Podcast Antonio Pacios MSC

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viernes, 24 de septiembre de 2010

Benedicto XVI invita a los jóvenes a ser santos

Benedicto XVI invita a los jóvenes a ser santos
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Queridos jóvenes

No es frecuente que un Papa u otra persona tenga la posibilidad de hablar a la vez a los alumnos de todas las escuelas católicas de Inglaterra, Gales y Escocia. Y como tengo esta oportunidad, hay algo que deseo enormemente deciros. Espero que, entre quienes me escucháis hoy, esté alguno de los futuros santos del siglo XXI. Lo que Dios desea más de cada uno de vosotros es que seáis santos. Él os ama mucho más de lo jamás podríais imaginar y quiere lo mejor para vosotros. Y, sin duda, lo mejor para vosotros es que crezcáis en santidad.


 Quizás alguno de vosotros nunca antes pensó esto. Quizás, alguno opina que la santidad no es para él. Dejad que me explique. Cuando somos jóvenes, solemos pensar en personas a las que respetamos, admiramos y como las que nos gustaría ser. Puede que sea alguien que encontramos en nuestra vida diaria y a quien tenemos una gran estima. O puede que sea alguien famoso. Vivimos en una cultura de la fama, y a menudo se alienta a los jóvenes a modelarse según las figuras del mundo del deporte o del entretenimiento. Os pregunto: ¿Cuáles son las cualidades que veis en otros y que más os gustarían para vosotros? ¿Qué tipo de persona os gustaría ser de verdad?

Cuando os invito a ser santos, os pido que no os conforméis con ser de segunda fila. Os pido que no persigáis una meta limitada y que ignoréis las demás. Tener dinero posibilita ser generoso y hacer el bien en el mundo, pero, por sí mismo, no es suficiente para haceros felices. Estar altamente cualificado en determinada actividad o profesión es bueno, pero esto no os llenará de satisfacción a menos que aspiremos a algo más grande aún. Llegar a la fama, no nos hace felices. La felicidad es algo que todos quieren, pero una de las mayores tragedias de este mundo es que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados. La clave para esto es muy sencilla: la verdadera felicidad se encuentra en Dios. Necesitamos tener el valor de poner nuestras esperanzas más profundas solamente en Dios, no en el dinero, la carrera, el éxito mundano o en nuestras relaciones personales, sino en Dios. Sólo él puede satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón.

Dios no solamente nos ama con una profundidad e intensidad que difícilmente podremos llegar a comprender, sino que, además, nos invita a responder a su amor. Todos sabéis lo que sucede cuando encontráis a alguien interesante y atractivo, y queréis ser amigo suyo. Siempre esperáis resultar interesantes y atractivos, y que deseen ser vuestros amigos. Dios quiere vuestra amistad. Y cuando comenzáis a ser amigos de Dios, todo en la vida empieza a cambiar. A medida que lo vais conociendo mejor, percibís el deseo de reflejar algo de su infinita bondad en vuestra propia vida. Os atrae la práctica de las virtudes. Comenzáis a ver la avaricia y el egoísmo y tantos otros pecados como lo que realmente son, tendencias destructivas y peligrosas que causan profundo sufrimiento y un gran daño, y deseáis evitar caer en esas trampas. Empezáis a sentir compasión por la gente con dificultades y ansiáis hacer algo por ayudarles. Queréis prestar ayuda a los pobres y hambrientos, consolar a los tristes, deseáis ser amables y generosos. Cuando todo esto comience a sucederos, estáis en camino hacia la santidad.

Una buena escuela educa integralmente a la persona en su totalidad. Y una buena escuela católica, además de este aspecto, debería ayudar a todos sus alumnos a ser santos. Sé que hay muchos no-católicos estudiando en las escuelas católicas de Gran Bretaña, y deseo incluiros a todos vosotros en mi mensaje de hoy. Rezo para que también vosotros os sintáis movidos a la práctica de la virtud y crezcáis en el conocimiento y en la amistad con Dios junto a vuestros compañeros católicos. Sois para ellos un signo que les recuerda ese horizonte mayor, que está fuera de la escuela, y de hecho, es bueno que el respeto y la amistad entre miembros de diversas tradiciones religiosas forme parte de las virtudes que se aprenden en una escuela católica. Igualmente, confío en que queráis compartir con otros los valores e ideas aprendidos gracias a la educación cristiana que habéis recibido.

Queridos amigos, os agradezco vuestra atención; os prometo que rezaré por vosotros, y os pido que recéis por mí. Espero veros a muchos de vosotros el próximo agosto, en la Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid. Mientras tanto, que Dios os bendiga.

domingo, 19 de septiembre de 2010

“No podemos guardarnos para nosotros mismos la verdad que nos hace libres”

Benedicto XVI en el Hyde Park de Londres: "No podemos guardarnos para nosotros mismos la verdad que nos hace libres"

Los cristianos no pueden permitirse el lujo de hacer caso omiso a la profunda crisis de fe de nuestra sociedad o confiar en que el patrimonio de valores del cristianismo seguirá inspirando y configurando el futuro de nuestra sociedad. Esta ha sido la afirmación de Benedicto XVI en la vigilia de oración que ha tenido lugar en Hyde Park de Londres y en la que el Papa ha dicho que "cada uno de nosotros tiene una misión, está llamado a cambiar el mundo, a trabajar por una cultura de vida, una cultura forjada por el amor y el respeto a la dignidad de cada persona humana".


El Papa ha definido esta vigilia como una noche de alegría, de gozo espiritual inmenso para preparar la misa de mañana, durante la que un gran hijo de esta nación será declarado beato. De hecho el Pontífice ha hablado y alabado extensamente la figura del cardenal John Henry Newman, quien describió su vida como "una lucha contra la creciente tendencia a percibir la religión como un asunto puramente privado y subjetivo, una cuestión de opinión personal".

"Cuando un relativismo intelectual y moral amenaza con minar la base misma de nuestra sociedad, Newman nos recuerda que, como hombres y mujeres a imagen y semejanza de Dios, fuimos creados para conocer la verdad, y encontrar en esta verdad nuestra libertad última y el cumplimiento de nuestras aspiraciones humanas más profundas".

Además, como recordó Benedicto XVI "la vida de Newman nos enseña también que la pasión por la verdad, la honestidad intelectual y la auténtica conversión son costosas. No podemos guardar para nosotros mismos la verdad que nos hace libres".

"En nuestro tiempo, el precio que hay que pagar por la fidelidad al Evangelio ya no es ser ahorcado, descoyuntado y descuartizado, pero a menudo implica ser excluido, ridiculizado o parodiado. Y, sin embargo, la Iglesia no puede sustraerse a la misión de anunciar a Cristo y su Evangelio como verdad salvadora, fuente de nuestra felicidad definitiva como individuos y fundamento de una sociedad justa y humana".

En el mismo contexto el Papa ha subrayado que "Newman nos enseña que si hemos aceptado la verdad de Cristo y nos hemos comprometido con él, no puede haber separación entre lo que creemos y lo que vivimos". Newman vio claramente que lo que hacemos no es tanto aceptar la verdad en un acto puramente intelectual, sino abrazarla en una dinámica espiritual que penetra hasta la esencia de nuestro ser".
Deseo ahora dirigir una palabra especial a los numerosos jóvenes presentes. Queridos jóvenes amigos: sólo Jesús conoce la "misión concreta" que piensa para vosotros. Dejad que su voz resuene en lo más profundo de vuestro corazón: incluso ahora mismo, su corazón está hablando a vuestro corazón. Cristo necesita familias para recordar al mundo la dignidad del amor humano y la belleza de la vida familiar. Necesita hombres y mujeres que dediquen su vida a la noble labor de educar, atendiendo a los jóvenes y formándolos en el camino del Evangelio. Necesita a quienes consagrarán su vida a la búsqueda de la caridad perfecta, siguiéndole en castidad, pobreza y obediencia y sirviéndole en sus hermanos y hermanas más pequeños. Necesita el gran amor de la vida religiosa contemplativa, que sostiene el testimonio y la actividad de la Iglesia con su oración constante. Y necesita sacerdotes, buenos y santos sacerdotes, hombres dispuestos a dar su vida por sus ovejas. Preguntadle al Señor lo que desea de vosotros. Pedidle la generosidad de decir sí. No tengáis miedo a entregaros completamente a Jesús. Él os dará la gracia que necesitáis para acoger su llamada. Permitidme terminar estas pocas palabras invitándoos vivamente a acompañarme el próximo año en Madrid en la Jornada Mundial de la Juventud. Siempre es una magnífica ocasión para crecer en el amor a Cristo y animaros a una gozosa vida de fe junto a miles de jóvenes. Espero ver a muchos de vosotros allí.

Y ahora, queridos amigos, sigamos con nuestra vigilia de oración para preparar nuestro encuentro con Cristo, presente entre nosotros en el Santísimo Sacramento del Altar. Juntos, en el silencio de nuestra adoración en común, abramos nuestras mentes y corazones a su presencia, a su amor y al poder convincente de su verdad. Démosle gracias especialmente por el testimonio perenne de la verdad, ofrecido por el Cardenal John Henry Newman. Confiando en sus oraciones, pidamos al Señor que ilumine nuestro camino y el camino de toda la sociedad británica, con la luz amable de su verdad, su amor y su paz. Amén.

martes, 14 de septiembre de 2010

¿SE PUEDE HABLAR DE UNA IGLESIA "DE BASE" Y OTRA "INSTITUCIONAL"?

¿Se puede hablar de una Iglesia “de base” y otra “institucional”?: Responde el arzobispo de Pamplona


Hay una cuestión que me preocupa. He oído hablar algunas veces que la Iglesia está dividida en Iglesia institución e Iglesia de base. ¿Podría decirme qué diferencia hay entre una y otra?
- Ante todo quiero darle una respuesta sencilla y lo más clara posible y por ello decirle que la Iglesia tiene una única base y es que su Fundador es Jesucristo y que la única forma de pertenecer a ella es a través del Sacramento del Bautismo y de los demás sacramentos. Después tiene una constitución que no se parece para nada a las organizaciones humanas que se rigen por diversas formas de conducta y de relaciones basadas en principios políticos y uno de ellos, el mejor, es la organización democrática.
La constitución de la Iglesia tiene sus raíces en una experiencia de fe que nos lleva a vivir y a tener como modelo la vida de Dios Trinidad, manifestada por Jesucristo en el Evangelio. De ahí que se diga que la Iglesia está hecha a imagen de la Trinidad y está fundada en Jesucristo que es la Cabeza y ha puesto como cimiento de ella al Papa, sucesor de Pedro, que le dijo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. Cada Obispo en la Diócesis es Vicario de Jesucristo y Sucesor de los Apóstoles y unido a todos los Obispos del mundo, en comunión con el Papa, forman el Colegio Episcopal que conducen y orientan a la Iglesia universal que está formada por todos los creyentes bautizados y a esto se llama: “El Pueblo de Dios, cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo”.
Lo que ocurre es que a veces hay ciertas orientaciones o expresiones que vienen contestadas por grupos que se autodenominan “Iglesia de base”. Son ciertas manifestaciones que han tenido un momento de mayor vigor en décadas pasadas y estaban muy extendidos en América, de modo especial, o en ciertos ambientes de Europa. Pretenden ponerse, muchas veces, en oposición a las directrices que vienen indicadas por los que, como Pedro y los Sucesores de los Apóstoles, el Papa y los Obispos, tienen el deber de enseñar, orientar, conducir, santificar y servir al Pueblo de Dios.
Como decía San Agustín: “Donde hay unidad hay comunidad. Donde no hay unidad hay turbamulta, es decir, una multitud turbada”. La unidad no se puede hacer desde las disensiones y disidencias sino desde la pluralidad y generosa colaboración pero siempre en comunión profunda entre todos y de modo especial con los que tienen la responsabilidad de conducir y orientar al Pueblo de Dios y en este caso los Obispos en comunión con el Papa. El Concilio Vaticano II lo dice de forma muy nítida en los documentos y de modo especial en el que habla sobre la Iglesia. Siempre la Iglesia ha sufrido de vaivenes y de las circunstancias adversas que aparentemente han ido apareciendo como si la barca de Pedro iba a fenecer, pero siempre ha salido airosa porque ella misma está llevada por el Señor y no hay que temer porque ni las puertas del Infierno prevalecerán sobre ella. Para mayor conocimiento de este tema se pueden leer los números 147 al 193 del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica que lo explica con claridad. Creemos que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica.

Mons. Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona-Tudela  

lunes, 13 de septiembre de 2010

PARA MI LA VIDA ES CRISTO, Y LA MUERTE UNA GANANCIA

De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo
(homilía antes de partir en exilio, 1-3: PG 52, 427-430)

PARA MI LA VIDA ES CRISTO, Y LA MUERTE UNA GANANCIA
 
Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Nada trajimos al mundo; de modo que nada podemos llevarnos de él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir, si no es para vuestro bien espiritual. Por eso, os hablo de lo que sucede ahora exhortando vuestra caridad a la confianza.

¿No has oído aquella palabra del Señor: Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos? Y allí donde un pueblo numeroso esté reunido por los lazos de la caridad ¿no estará presente el Señor? Él me ha garantizado su protección, no es en mis fuerzas que me apoyo. Tengo en mis manos su palabra escrita. Éste es mi báculo, ésta es mi seguridad, éste es mi puerto tranquilo. Aunque se turbe el mundo entero, yo leo esta palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es mi muro y mi defensa. ¿Qué es lo que ella me dice? Yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del mundo.

Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa más que una tela de araña. Si no me hubiese retenido el amor que os tengo, no hubiese esperado a mañana para marcharme. En toda ocasión yo digo: «Señor, hágase tu voluntad: no lo que quiere éste o aquél, sino lo que tú quieres que haga.» Éste es mi alcázar, ésta es mi roca inamovible, éste es mi báculo seguro. Si esto es lo que quiere Dios, que así se haga. Si quiere que me quede aquí, le doy gracias. En cualquier lugar donde me mande, le doy gracias también.

Además, donde yo esté estaréis también vosotros, donde estéis vosotros estaré también yo: formamos todos un solo cuerpo, y el cuerpo no puede separarse de la cabeza, ni la cabeza del cuerpo. Aunque estemos separados en cuanto al lugar, permanecemos unidos por la caridad, y ni la misma muerte será capaz de desunirnos. Porque, aunque muera mi cuerpo, mi espíritu vivirá y no echará en olvido a su pueblo.

Vosotros sois mis conciudadanos, mis padres, mis hermanos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y mi luz, una luz más agradable que esta luz material. Porque, para mí, ninguna luz es mejor que la de vuestra caridad. La luz material me es útil en la vida presente, pero vuestra caridad es la que va preparando mi corona para el futuro.

jueves, 9 de septiembre de 2010

DIOS ES FIEL A SUS PROMESAS

De la segunda carta del apóstol san Pedro 3, 1-10

DIOS ES FIEL A SUS PROMESAS
 
Hermanos: Ésta es ya la segunda carta que os escribo. En las dos he procurado excitar con mi recuerdo vuestro sano criterio. Así traeréis a la memoria las palabras predichas por los santos profetas y la enseñanza del Señor y Salvador, que os comunicaron vuestros apóstoles.

Ante todo habéis de saber que en los últimos tiempos vendrán escarnecedores con sus burlas, que llevarán una vida en conformidad con sus concupiscencias y que dirán: «¿Qué se ha hecho de la promesa de su venida? Desde que murieron nuestros padres, todo sigue lo mismo que desde el principio de la creación.» Estos tales se olvidan de propósito que ya en tiempos muy antiguos hubo cielos y hubo tierra que salió del agua y adquirió estabilidad en medio de las aguas por la palabra de Dios, y que por ellas pereció el mundo de entonces, anegado en el diluvio. Pero los cielos y la tierra actuales están guardados por la misma palabra de Dios para el fuego; están reservados para el día del juicio y de la destrucción de los impíos.

Una cosa importantísima, carísimos, no debéis olvidar. Y es que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. No es tardo el Señor en el cumplimiento de sus promesas, como algunos piensan. Lo que hace es aguardaros pacientemente, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos vengáis a arrepentiros.

Pero vendrá el día del Señor como un ladrón: entonces desaparecerán los cielos con estruendo, los elementos abrasados se disolverán y la tierra con todas sus obras dejará de existir.
 


RESPONSORIO Mt 24, 43-44; 2Pe 3, 10 R. Si el amo de la casa supiera a qué hora de la noche ha de venir el ladrón, estaría en vela y no le dejaría horadar la pared de su casa. * Así, también vosotros estad preparados.V. El día del Señor vendrá como un ladrón: entonces desaparecerán los cielos con estruendo.R. Así, también vosotros estad preparados.

lunes, 6 de septiembre de 2010

EL TESTIMONIO DE LOS APÓSTOLES Y PROFETAS

De la segunda carta del apóstol san Pedro 1, 5-7. 12-21



EL TESTIMONIO DE LOS APÓSTOLES Y PROFETAS


Hermanos: Poned todo vuestro empeño en unir a vuestra fe la probidad moral, a la probidad moral el conocimiento de Dios, al conocimiento de Dios el dominio de vosotros mismos, al dominio de vosotros mismos la constancia, a la constancia la piedad, a la piedad el amor fraterno, al amor fraterno la caridad universal.


Tengo el propósito de traeros siempre a la memoria estas cosas, por más que las sepáis y estéis firmes en la verdad que al presente poseéis. Juzgo que es mi deber, mientras permanezca en esta tienda de mi cuerpo, teneros en continua alerta con estos avisos. Ya sé que pronto veré desmoronarse mi tienda, según me lo ha dado a conocer Jesucristo, nuestro Señor. Pero he de procurar que después de mi partida vayáis recordando en todo tiempo estas cosas.


No os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo por haber dado crédito a sutiles quimeras, sino porque fuimos testigos oculares de su grandeza y majestad. El recibió, en efecto, honor y gloria de parte de Dios Padre, cuando de la sublime gloria vino sobre él aquella voz que decía: «Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias.» Y nosotros mismos oímos esta voz venida del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.


Y así tenemos confirmada la palabra profética, a la que hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que brilla en lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en vuestro corazón. Ante todo habéis de saber que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada; pues nunca fue proferida alguna por voluntad humana, sino que, llevados del Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios.

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