Podcast Antonio Pacios MSC

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martes, 30 de abril de 2013

“No perder la fe, para no perder la esperanza”: Francisco el martes en Santa Marta

“No perder la fe, para no perder la esperanza”: Francisco el martes en Santa Marta


(RV).- “Cuando la Iglesia se vuelve mundana” se vuelve una “Iglesia débil”. Fue la reflexión de Francisco hoy durante la Misa que celebró en la Capilla de la Casa de Santa Marta, en presencia de otro grupo de empleados vaticanos del Apsa: la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica. Este martes 30 de abril, el Papa indicó en la oración, el camino de custodia y confianza al Señor para “los ancianos, los enfermos, los niños, los jóvenes”, para toda la Iglesia. “Que el Señor nos fortalezca – deseó – para no perder la fe, no perder la esperanza”. Es el acto de confianza de la Iglesia al Señor que el Santo Padre indicó con fuerza, exhortando a todos a la oración en estrecha unión con la acción salvífica de Cristo:

"Se puede custodiar la Iglesia, se puede curar la Iglesia, ¿no? Debemos hacerlo con nuestro trabajo, pero lo más importante es aquello que hace el Señor: es el Único que puede enrostrar al maligno y vencerlo. Viene el príncipe del mundo, no puede hacerme nada: si queremos que el príncipe de este mundo no se apodere de la Iglesia, debemos confiarla al Único que puede vencer al príncipe de este mundo. He aquí la pregunta: rezamos por la Iglesia, pero ¿por toda la Iglesia? ¿Por nuestros hermanos en todas partes del mundo que no conocemos? Es la Iglesia del Señor y nosotros en nuestra oración decimos al Señor: Señor, mira a tu Iglesia… Es tuya. Tu Iglesia son nuestros hermanos. Esta es una oración que debemos hacer con el corazón, cada vez más ".

El Papa Francisco observó que “es fácil rezar para pedir una gracia al Señor”, “para agradecer” o cuando “necesitamos algo”. Pero es fundamental, explicó, pedir al Señor por todos, por aquellos que han “recibido el mismo Bautismo” diciendo "Son tuyos, son nuestros, custódialos”:

"Confiar la Iglesia al Señor es una oración que hace crecer la Iglesia. Y es también un acto de fe. Nosotros no podemos nada, nosotros - todos- somos pobres servidores de la Iglesia: pero es Él quien puede llevarla adelante, custodiarla y hacerla crecer, hacerla santa, defenderla, defenderla del príncipe de este mundo y de aquello en lo que éste quiere que se convierta la Iglesia, o sea en cada vez más y más mundana. ¡Este es el mayor peligro! Cuando la Iglesia se vuelve mundana, cuando tiene dentro de sí el espíritu del mundo, cuando tiene aquella paz que no es aquella del Señor - aquella paz de Jesús cuando dice 'Les dejo la paz, les doy mi paz', no como la da el mundo- cuando tiene aquella paz mundana, la Iglesia es una Iglesia débil, una Iglesia que será vencida e incapaz de llevar el Evangelio, el mensaje de la Cruz, el escándalo de la Cruz… No puede llevarlo adelante si es mundana".

El Papa reiteró la importancia de la oración para confiar “la Iglesia al Señor”, camino para la “paz que solo él puede dar”:

"Confiar la Iglesia al Señor, confiar los ancianos, los enfermos, los niños, los jóvenes… 'Custodia Señor tu Iglesia: ¡es tuya! Con esta actitud Él nos dará, en medio a las tribulaciones, aquella paz que solo Él puede dar. Esta paz que el mundo no puede dar, aquella paz que no se compra, aquella paz que es un verdadero don de la presencia de Jesús en medio a su Iglesia. Confiar la Iglesia que está en tribulación: existen grandes tribulaciones, las persecuciones… Existen. Pero hay también las pequeñas tribulaciones: las pequeñas tribulaciones de la enfermedad o de los problemas en la familia… Confiar todo esto al Señor: custodia tu Iglesia en la tribulación, para que no pierda la fe, para que no pierda la esperanza".

“Que el Señor nos fortalezca para no perder la fe, para no perder la esperanza”, finalizó pidiendo Francisco, recalcando que este debe ser siempre nuestro ruego al “Señor”. “hacer esta oración de confianza por la Iglesia - concluyó - nos hará bien y hará bien a la Iglesia. Nos dará una gran paz a nosotros y gran paz a la Iglesia, no nos quitará las tribulaciones, pero nos hará fuertes en las tribulaciones”. (RC-RV)

miércoles, 17 de abril de 2013

La Iglesia no puede ser la “niñera” de los cristianos, recuerda el Papa Francisco

La Iglesia no puede ser la “niñera” de los cristianos, recuerda el Papa Francisco
VATICANO, 17 Abr. 13 / 01:32 pm (ACI).- Al celebrar esta mañana la Misa cotidiana el Domus Santa Marta junto a los trabajadores del Vaticano, el Papa Francisco recordó que los cristianos deben asumir las consecuencias del su Bautismo y anunciar a Cristo porque sin este compromiso la Iglesia deja de ser madre.

Cuando dejamos de anunciar a Cristo "la Iglesia deja de ser madre, se convierte en una niñera, que cuida de los niños para hacer que se duerman. Es una Iglesia en estado latente", así que "pensemos en nuestro bautismo, en la responsabilidad de nuestro bautismo", explicó.

El Santo Padre recordó que "ser cristiano no es estudiar una carrera para convertirse en un abogado o en un médico cristiano, no. Ser cristiano es un don que nos hace ir adelante con el poder del Espíritu de anunciar a Jesucristo".

"Hay una gran responsabilidad para nosotros los bautizados: anunciar a Cristo, llevar adelante la Iglesia, esta maternidad fecunda de la Iglesia", insistió el Papa.

"A veces pensamos: ‘No, pero si yo soy cristiano. Fui bautizado, hice la confirmación, la primera comunión... el carnet de identidad y listo’. Y ahora, a dormir tranquilamente, eres un cristiano. Pero… ¿Dónde está el poder del Espíritu que te lleva a caminar?", cuestionó.

"Hace falta ser fieles al Espíritu para anunciar a Jesús con nuestra vida, con nuestro testimonio y con nuestras palabras".

El Pontífice recordó las persecuciones en Japón en el siglo 17, cuando los misioneros católicos fueron expulsados y las comunidades cristianas se mantuvieron por 200 años sin sacerdotes. A su regreso, los misioneros, encontraron "todas las comunidades en su lugar, todos los bautizados, catequizados todos, todos se casaron en la Iglesia", y eso "gracias al trabajo de los bautizados".

Durante la persecución de los primeros cristianos –recordó el Papa-, María "oraba mucho", y alentó a los bautizados para seguir adelante con valentía pese a la violenta persecución que estalló tras el martirio de San Esteban.

"Esto es un poco el estilo de vida de la Iglesia: entre la paz de la caridad y la persecución". Es lo que ocurre siempre en la historia "porque es el estilo de Jesús", dijo.

Con la persecución, muchos fieles huyeron y se quedaron solos en el anuncio del Evangelio, sin sacerdotes, abandonaron su casa, no tenían nada, estaban en peligro, pero caminaron de lugar en lugar, anunciando la Palabra.

"Llevaban con ellos la riqueza que tenían: la fe. La riqueza que el Señor les había dado... Pero tenían el valor de caminar y anunciar. ¡Y les creían! ¡Y hacían milagros!", exclamó Francisco.

"Estos primeros cristianos, que sólo tenían el poder del bautismo, que les dio la valentía apostólica, la fuerza del Espíritu, me hace pensar en nosotros, bautizados. Y me pregunto si tenemos esta fuerza y pienso: ¿Pero realmente creemos que con el bautismo basta, que es suficiente para evangelizar?".

"Pidamos al Señor la gracia de ser bautizados valientes y confiados del Espíritu que tenemos en nosotros, recibido del bautismo, que siempre nos anima a proclamar a Jesucristo en nuestra vida, a través de nuestro testimonio y también con nuestras palabras", concluyó.

EL BAÑO DE REGENERACIÓN

De la Apología primera de san Justino, mártir, en favor de los cristianos
 (Cap. 61: PG 6, 419-422)

 
Vamos ahora a explicar cómo nos consagramos a Dios los renovados por Cristo.

 A todos los que han aceptado como verdadero lo que les hemos enseñado y explicado, y se han comprometido a vivir según estas enseñanzas, se los exhorta a que pidan perdón a Dios de los pecados cometidos, con oraciones y ayunos, y nosotros nos unimos también a sus oraciones y ayunos.

 Después los conducimos hasta el lugar donde se halla el agua bautismal, y allí son regenerados del mismo modo
 que lo fuimos nosotros, es decir, recibiendo el baño de agua en el nombre del Padre, Dios y Señor de todos, y de nuestro salvador Jesucristo y del Espíritu Santo.

 Jesucristo dijo, en efecto: El que no nace de nuevo no podrá entrar en el reino de los cielos. Y para todos es evidente que no es posible que, una vez nacidos, volvamos a entrar en el seno materno.

 También el profeta Isaías nos enseña de qué manera apartan de sí el pecado los que han faltado y se arrepienten. He aquí sus palabras: Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad lo que es justo, haced justicia al oprimido, defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces, venid, y litigaremos -dice el Señor-. Aunque vuestros pecados sean como la grana, blanquearán como la nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán blancos como lana. Pero, si no sabéis obedecer, la espada os comerá. -Lo ha dicho el Señor-.

 Los apóstoles nos explican la razón de todo esto. En nuestra primera generación, fuimos engendrados de un modo inconsciente por nuestra parte y por una ley natural y necesaria, por la acción del germen paterno en la unión de nuestros padres, y sufrimos la influencia de costumbres malas y de una instrucción desviada. Mas, para que tengamos también un nacimiento, no ya fruto de la necesidad natural e inconsciente, sino de nuestra libre y consciente elección, y consigamos por el agua el perdón de los pecados anteriormente cometidos, se pronuncia sobre aquel que quiere ser regenerado y está arrepentido de sus pecados el nombre del Padre, Señor y Dios de todos; y éste es el único nombre que aplicamos a Dios, al llevar a la piscina bautismal al que va a ser bautizado.

 Nadie hay, en efecto, que pueda llamar por su nombre propio al Dios inefable, y, si alguien se atreviese a decir que puede ser capaz de ello, daría pruebas de una locura sin remedio.

 Este baño se llama iluminación, porque son iluminadas las mentes de los que aprenden estas cosas. Pero, además, el que es iluminado es también lavado en el nombre de Jesucristo (que fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilato), y en el nombre del Espíritu Santo, que anunció de antemano, por boca de los profetas, todo lo referente a Jesús.

 RESPONSORIO Jn 3, 5-6

R. Jesús dijo a Nicodemo: «Yo te lo aseguro: * el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.» Aleluya.
V. Lo que de la carne nace carne es, y lo que nace del espíritu espíritu es.
R. El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Aleluya.

domingo, 14 de abril de 2013

LA CELEBRACIÓN DE LA EUCARISTÍA

De la Apología primera de san Justino, mártir, en favor de los cristianos
(Cap. 66-67: PG 6, 427-431)
Sólo pueden participar de la eucaristía los que admiten como verdaderas nuestras enseñanzas, han sido lavados en el baño de regeneración y del perdón de los pecados y viven tal como Cristo nos enseñó.

Porque el pan y la bebida que tomamos no los recibimos como pan y bebida corrientes, sino que así como Jesucristo, nuestro salvador, se encarnó por la acción del Verbo de Dios y tuvo carne y sangre por nuestra salvación, así también se nos ha enseñado que aquel alimento sobre el cual se ha pronunciado la acción de gracias, usando de la plegaria que contiene sus mismas palabras, y del cual, después de transformado, se nutre nuestra sangre y nuestra carne es la carne y la sangre de Jesús, el Hijo de Dios encarnado.

Los apóstoles, en efecto, en sus comentarios llamados Evangelios, nos enseñan que así lo mandó Jesús, ya que él, tomando pan y habiendo pronunciado la acción de gracias, dijo: Haced esto en memoria mía; éste es mi cuerpo; del mismo modo, tomando el cáliz y habiendo pronunciado la acción de gracias, dijo: Ésta es mi sangre, y se lo entregó a ellos solos. A partir de entonces, nosotros celebramos siempre el recuerdo de estas cosas; y, además, los que tenemos alguna posesión socorremos a todos los necesitados, y así estamos siempre unidos. Y por todas las cosas de las cuales nos alimentamos alabamos al Creador de todo, por medio de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo.

Y, el día llamado del sol, nos reunimos en un mismo lugar, tanto los que habitamos en las ciudades como en los campos, y se leen los comentarios de los apóstoles o los escritos de los profetas, en la medida que el tiempo lo permite.

Después, cuando ha acabado el lector, el que preside exhorta y amonesta con sus palabras a la imitación de tan preclaros ejemplos.

Luego nos ponemos todos de pie y elevamos nuestras preces; y, como ya hemos dicho, cuando hemos terminado las preces, se trae pan, vino y agua; entonces el que preside eleva, fervientemente, oraciones y acciones de gracias, y el pueblo aclama: Amén. Seguidamente tiene lugar la distribución y comunicación, a cada uno de los presentes, de los dones sobre los cuales se ha pronunciado la acción de gracias, y los diáconos los llevan a los ausentes.

Los que poseen bienes en abundancia, y desean ayudar a los demás, dan, según su voluntad, lo que les parece bien, y lo que se recoge se pone a disposición del que preside, para que socorra a los huérfanos y a las viudas y a todos los que, por enfermedad u otra causa cualquiera, se hallan en necesidad, como también a los que están encarcelados y a los viajeros de paso entre nosotros: en una palabra, se ocupa de atender a todos los necesitados.

Nos reunimos precisamente el día del sol, porque éste es el primer día de la creación, cuando Dios empezó a obrar sobre las tinieblas y la materia, y también porque es el día en que Jesucristo, nuestro salvador, resucitó de entre los muertos. Lo crucificaron, en efecto, la vigilia del día de Saturno, y a la mañana siguiente de ese día, es decir, en el día del sol, fue visto por sus apóstoles y discípulos, a quienes enseñó estas mismas cosas que hemos puesto a vuestra consideración.

RESPONSORIO

R. Jesús, cuando iba a pasar de este mundo al Padre, * instituyó en memoria de su muerte el sacramento de su cuerpo y de su sangre. Aleluya.
V. Y, entregando su cuerpo como alimento y su sangre como bebida, dijo a sus discípulos: «Haced esto en memoria mía.»
R. Instituyó en memoria de su muerte el sacramento de su cuerpo y de su sangre. Aleluya.

miércoles, 10 de abril de 2013

Arzobispo de Toledo: Papa quiere que dejemos las cosas superfluas :: EWTN News


Arzobispo de Toledo: Papa quiere que dejemos las cosas superfluas :: EWTN News

El Arzobispo de Toledo y Primado de España, Mons. Braulio Rodríguez, ha destacado de las primeras semanas de Pontificado del Papa Francisco su "alegría" y "sencillez", así como la "determinación" que quiere en todos los católicos de ir a lo esencial y dejar las cosas superfluas.

A preguntas de los medios, Mons. Rodríguez ha señalado que "lo más significativo" del Papa es la "alegría que quiere mostrar" y la voluntad de decir: "podemos ser cristianos, vamos a dejar las cosas más superfluas, a centrarnos en lo que es verdaderamente nuestra fe y a ponernos a trabajar".

"Eso es a lo que nos ha impulsado, junto con los gestos de sencillez y saltarse el protocolo", ha indicado el Primado de España, quien ha destacado que el Papa haya transmitido que "hay que ir a lo esencial y a lo que es importante".

Todo ello, ha añadido, para saber que "nosotros no estamos aquí para presumir de nada sino para vivir la Fe y la misión que el Señor ha encomendado a su Iglesia en una época muy difícil y concreta con problemas muy definidos". "Lo que hace falta es determinación y yo creo que es lo que el Papa Francisco quiere, determinación en todos nosotros", ha agregado.

Los jóvenes

En cuanto a la labor del Papa con los jóvenes, Mons. Rodríguez ha dicho que "quizá" Francisco "allana" el camino hacia este colectivo con sus gestos y sus signos, aunque ha señalado que su "bautismo de fuego" será la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro el 2013.

"Allí veremos, en su tierra latinoamericana, lo que aquello va a significar sin olvidar lo que debe ser fundamental para los jóvenes: que seguimos a alguien que es camino de verdad y vida y que se llama Jesús de Nazaret resucitado".

El Arzobispo de Toledo cree que a los jóvenes de hoy en día les "cuesta mucho más" ser católicos y cristianos "porque no vamos a ellos con cataplasmas ni para decirles: 'venid aquí que lo vamos a pasar bien'".

"Para pasarlo bien id a las discotecas o a otras cosas por ahí", ha dicho Mons. Rodríguez a los jóvenes, quien, no obstante, ha señalado que cuando la Iglesia Católica actúa con este colectivo no lo hace "en un clan de mayores" sino ante unos jóvenes "que tienen una vitalidad y una forma concreta de vivir".

Papa habla en español durante audiencia general: "Ser cristianos no es sólo cumplir los Mandamientos"

sábado, 6 de abril de 2013

EL PAN CELESTIAL Y LA BEBIDA DE SALVACIÓN

De las Catequesis de Jerusalén
 (Catequesis 22 [Mistagógica 4], 1. 3-6. 9: PG 33, 1098-1106)

 EL PAN CELESTIAL Y LA BEBIDA DE SALVACIÓN


 Jesús, el Señor, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, después de pronunciar la Acción de Gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, y dijo: «Tomad y comed, esto es mi cuerpo.» y tomando el cáliz, después de pronunciar la acción de Gracias, dijo: «Tomad y bebed, ésta es mi sangre.» Por tanto, si él mismo afirmó del pan: Esto es mi cuerpo, ¿quién se atreverá a dudar en adelante? Y si él mismo afirmó: Ésta es mi sangre, ¿quién podrá nunca dudar y decir que no es su sangre?

 Por esto hemos de recibirlos con la firme convicción de que son el cuerpo y sangre de Cristo. Se te da el cuerpo del Señor bajo el signo de pan, y su sangre bajo el signo de vino; de modo que al recibir el cuerpo y la sangre de Cristo te haces concorpóreo y consanguíneo suyo. Así, pues, nos hacemos portadores de Cristo, al distribuirse por nuestros miembros su cuerpo y sangre. Así, como dice san Pedro, nos hacemos participantes de la naturaleza divina.

 En otro tiempo, Cristo, disputando con los judíos, decía: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros. Pero, como ellos entendieron estas palabras en un sentido material, se hicieron atrás escandalizados, pensando que los exhortaba a comer su carne.

 En la antigua alianza había los panes de la proposición; pero, como eran algo exclusivo del antiguo Testamento, ahora ya no existen. Pero en el nuevo Testamento hay un pan celestial y una bebida de salvación, que santifican el alma y el cuerpo. Pues, del mismo modo que el pan es apropiado al cuerpo, así también la Palabra encarnada concuerda con la naturaleza del alma.

 Por lo cual, el pan y el vino eucarísticos no han de ser considerados como meros y comunes elementos materiales, ya que son el cuerpo y la sangre de Cristo, como afirma el Señor; pues, aunque los sentidos nos sugieren lo primero, hemos de aceptar con firme convencimiento lo que nos enseña la fe.

 Adoctrinados e imbuidos de esta fe certísima, debemos creer que aquello que parece pan no es pan, aunque su sabor sea de pan, sino el cuerpo de Cristo; y que lo que parece vino no es vino, aunque así le parezca a nuestro paladar, sino la sangre de Cristo; respecto a lo cual hallamos la antigua afirmación del salmo: El pan da fuerzas al corazón del hombre y el aceite da brillo a su rostro. Da, pues, fuerzas a tu corazón, comiendo aquel pan espiritual y da brillo así al rostro de tu alma.

 Ojalá que con el rostro descubierto y con la conciencia limpia, contemplando la gloria del Señor como en un espejo, vayamos de gloria en gloria, en Cristo Jesús nuestro Señor, a quien sea el honor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 RESPONSORIO Lc 22, 19; Ex 12, 27

R. Jesús tomó pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; * haced esto en memoria mía.» Aleluya.
V. Cuando os pregunten vuestros hijos qué significa este rito, les responderéis: «Es el sacrificio de la Pascua del Señor.»
R. Haced esto en memoria mía.» Aleluya.

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