Podcast Antonio Pacios MSC

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jueves, 15 de mayo de 2014

¿Es pagana nuestra sociedad?

¿Es pagana nuestra sociedad?, por Josep Àngel Saiz Meneses, obispo de Terrassa

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¿Es pagana nuestra sociedad?, por Josep Àngel Saiz Meneses, obispo de Terrassa
(18/05/2014)
Entre los muchos libros aparecidos estos meses sobre el Papa Francisco, la lectura de uno de ellos –titulado Pilares de un pontificado (Ed. San Pablo)- me ha sugerido las reflexiones que expongo a continuación en este comentario dominical. El libro recoge fragmentos de las homilías pronunciadas por el arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio en diversas ocasiones. A pesar de recoger sólo los fragmentos más significativos, creo que el libro ofrece una idea bastante aproximada del pensamiento pastoral de nuestro Papa cuando estaba al frente de la populosa archidiócesis bonaerense.
En la homilía de la fiesta de San Cayetano (el 7/08/2010), fiesta que es muy popular en Argentina, porque es el santo al que se le pide sobre todo trabajo –como nosotros lo pedimos a San Pancracio, “salud y trabajo”-, el cardenal Bergoglio constata sin rodeos una realidad: “Vivimos en medio de una cultura cada vez más pagana”.
Pero el cardenal no se queda en esta constatación, sino que ofrece su reflexión  sobre dos maneras de ser pagano. Una es la manera de ser pagano que se hace realidad “si uno nació en una cultura que no conoce aún la verdad del Evangelio y la bondad de Jesucristo”. Estos paganos los podríamos llamar acertadamente “precristianos”; algunos de ellos –como el centurión que estaba en el Calvario o Cornelio, al que visitó San Pedro en su casa para bautizarlo, aparecen en el Nuevo Testamento y precisamente como ejemplo de personas que tienen un sentido religioso profundo y  sobretodo, abierto a la fe. Son los “buenos paganos”; hay estudios bellísimos sobre ellos y sobre su encuentro personal con Jesús.
Después hay los paganos que podemos llamar “postcristianos”. Ahí ya nos duele más. Y le duele también al cardenal Bergoglio. Miren lo que dice: “Pero para nosotros, hacer como si Jesucristo no hubiera venido a salvarnos, es dar un paso muy atrás. Es como negar a nuestros padres y a nuestros abuelos. Es como querer no tener historia. Es como si eligiéramos ser huérfanos, gente desamparada, que tiene que empezar de cero sin contar con el tesoro de la sabiduría de nuestros mayores.”
Y aún añade, refiriéndose a la imagen pública de la fe cristiana: “Al hacer como si Jesucristo no existiera, al relegarlo a la sacristía y no querer que se meta en la vida pública, negamos tantas cosas buenas que el cristianismo aportó a nuestra cultura, haciéndola más sabia y justa; a nuestras costumbres, haciéndolas más alegres y dignas.”
En este tiempo pascual y en este mes de mayo, me parece oportuno invitar a quienes sigan estas reflexiones a dar gracias por la fe y por los dones recibidos. ¿Por qué hemos de hacerlo? Vean cómo lo dijo el cardenal Bergoglio: porque “nosotros hemos escuchado el anuncio del Evangelio, somos gente bautizada en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, gente que ha vivido cuidada con el amor infinito de la providencia de nuestro Padre Dios y amparada bajo el manto de ternura de la Virgen María”. (¡Qué expresión tan bella y oportuna en el mes de mayo, el mes de María!).
“Nosotros hemos sido marcados por el signo de la cruz –siguió diciendo en su homilía el arzobispo jesuita- y le pertenecemos a Jesús que nos compró con su Sangre. Si en algo fallan nuestros valores es porque no los vivimos a fondo. No es que tengamos que reemplazarlos por otros, sino que tenemos que arrepentirnos de no haberlos guardado y comenzar a vivirlos en toda su plenitud”. Este es el camino, queridos diocesanos y hermanos en la fe: pidamos que el Espíritu Santo nos anime a seguirlo.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa

sábado, 3 de mayo de 2014

LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA

Del Tratado de Tertuliano, presbítero, Sobre la prescripción de los herejes
(Cap. 20, 1-9; 21, 3; 22, 8-10: CCL 1, 201-204)

LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA

Cristo Jesús, nuestro Señor, durante su vida terrena, iba enseñando por sí mismo quién era él, qué había sido desde siempre, cuál era el designio del Padre que él realizaba en el mundo, cuál ha de ser la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio; y lo enseñaba unas veces abiertamente ante el pueblo, otras aparte a sus discípulos, principalmente a los doce que había elegido para que estuvieran junto a él, y a los que había destinado como maestros de las naciones.

Y así, después de la defección de uno de ellos, cuando estaba para volver al Padre, después de su resurrección, mandó a los otros once que fueran por el mundo a adoctrinar a los hombres y bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Los apóstoles -palabra que significa «enviados»-, después de haber elegido a Matías, echándolo a suertes, para sustituir a Judas y completar así el número de doce (apoyados para esto en la autoridad de una profecía contenida en un salmo de David), y después de haber obtenido la fuerza del Espíritu Santo para hablar y realizar milagros, como lo había prometido el Señor, dieron primero en Judea testimonio de la fe en Jesucristo e instituyeron allí Iglesias, después fueron por el mundo para proclamar a las naciones la misma doctrina y la misma fe.

De modo semejante, continuaron fundando Iglesias en cada población, de manera que las demás Iglesias fundadas posteriormente, para ser verdaderas Iglesias, tomaron y siguen tomando de aquellas primeras Iglesias el retoño de su fe y la semilla de su doctrina. Por esto también aquellas Iglesias son consideradas apostólicas, en cuanto que son descendientes de las Iglesias apostólicas.

Es norma general que toda cosa debe ser referida a su origen. Y, por esto, toda la multitud de Iglesias son una con aquella primera Iglesia fundada por los apóstoles, de la que proceden todas las otras. En este sentido son todas primeras y todas apostólicas, en cuanto que todas juntas forman una sola. De esta unidad son prueba la comunión y la paz que reinan entre ellas, así como su mutua fraternidad y hospitalidad. Todo lo cual no tiene otra razón de ser que su unidad en una misma tradición apostólica.

El único medio seguro de saber qué es lo que predicaron los apóstoles, es decir, qué es lo que Cristo les reveló, es el recurso a las Iglesias fundadas por los mismos apóstoles, las que ellos adoctrinaron de viva voz y, más tarde, por carta.

El Señor había dicho en cierta ocasión: Tendría aún muchas cosas que deciros, pero no estáis ahora en disposición de entenderlas; pero añadió a continuación: Cuando venga el Espíritu de verdad, os conducirá a la verdad completa; con estas palabras demostraba que nada habían de ignorar, ya que les prometía que el Espíritu de verdad les daría el conocimiento de la verdad completa. Y esta promesa la cumplió, ya que sabemos por los Hechos de los apóstoles que el Espíritu Santo bajó efectivamente sobre ellos.

RESPONSORIO    Jn 12, 21-22; Rm 9, 26

R. Se acercaron a Felipe algunos gentiles y le hicieron este ruego: «Señor, queremos ver a Jesús.» * Felipe fue a decírselo a Andrés; y en seguida Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Aleluya.
V. Ahí donde se dijo: «No sois mi pueblo», serán llamados «hijos del Dios vivo».
R. Felipe fue a decírselo a Andrés; y en seguida Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Aleluya.

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