lunes, 2 de marzo de 2009
En la estela del Apóstol san Pablo
Apóstol por gracia de Dios - En la estela del Apóstol san Pablo
Escrito por + Josep Àngel Saiz Meneses
lunes, 02 de marzo de 2009
Un año más nos disponemos a celebrar el Día del Seminario. El lema es muy sugerente: “Apóstol por gracia de Dios”. Se inspira en la figura de San Pablo, en consonancia con el Año Paulino que Benedicto XVI ha declarado para toda la Iglesia.
San Pablo acostumbraba a comenzar sus cartas presentándose como Apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios. Y en otros momentos se reconoce como Apóstol por gracia de Dios (cf. 1Co 15, 9-10). En la carta a los Gálatas afirmará que ha sido llamado, elegido por gracia de Dios (cf. Ga 1, 15-16). Reconoce de esta manera que es el Señor quien tiene la iniciativa, que es Dios quien le constituye apóstol. Esta iniciativa, esta voluntad de Dios en la llamada concreta se ha de situar en el marco del plan divino de salvación, en el cual queda inserida la vocación de Pablo a la misión apostólica. El apostolado, por consiguiente, no es una tarea meramente humana, sino que brota de la voluntad de Dios y requiere la colaboración de la persona. Por eso la vida del apóstol está constantemente referida al Señor, en quien encuentra su sentido, su fortaleza y la gracia para llevar a cabo la misión encomendada.
El apóstol es por encima de todo un testigo enviado. Testigo es el que ve, el que escucha, el que experimenta. Pablo, tiene una experiencia de encuentro con Cristo que cambia totalmente su existencia. Él ha visto al Señor (cf. 1Co 9,1), él ha sido testigo de Cristo Resucitado. Sabiéndose escogido por el Señor, responde con su vida, que entrega totalmente a la tarea confiada: anunciar el Evangelio por todo el orbe conocido. Tarea que llevará a cabo desde la vivencia de una unión con Cristo de tal intensidad que le lleva a decir: “para mi la vida es Cristo” (Flp 1,21); y “ya no vivo yo, sino que es Cristo quién vive en mi” (Ga 2,20). Desde esa unión con Cristo vivirá una entrega total a Dios y a los hermanos.
Pablo no se anuncia a si mismo, sino a Cristo
Pablo no actúa por elección propia, ni en virtud de unos poderes propios, sino como mensajero de Cristo. En tanto que enviado, no se anuncia a sí mismo, sino a quien le envía. Anuncia el mensaje de su Señor, con fidelidad y coherencia, independientemente de si se le quiere escuchar o no. Para cumplir su misión se verá obligado a proponer, a exhortar, a motivar, y en otras ocasiones a corregir, a enderezar, a subsanar, implicándose siempre con intensidad en el combate de la fe, combinando la mansedumbre y la humildad, con la firmeza en las convicciones, sin caer jamás en el desaliento, y llenando de caridad su vida y su trabajo.
Un día, camino de Damasco, el Señor resucitado irrumpió poderosamente en la vida del joven Saulo, que desde entonces se convertiría en Pablo. Ese encuentro con Cristo le cambió radicalmente la vida, le cambió el corazón. Pasó de ser perseguidor de cristianos a ser el gran Apóstol de los gentiles y a fundar Iglesias por todo el orbe conocido en su tiempo. La gracia de Dios llenó de fecundidad su trabajo y su existencia. Desde ese momento nada ni nadie fue capaz de separarlo del amor de Dios. Desde ese instante, no hubo dificultades ni penalidades o sufrimientos capaces de arrancarle la verdadera alegría de su consagración total a Cristo.
Es cuestión de confianza
No faltan motivos para caer en el desconcierto e incluso en el desánimo al comprobar que en nuestro Occidente rico se pierde el sentido de Dios, así como también la fe, y nos hallamos en una especie de sequía vocacional progresiva e imparable. Si nos cuesta presentar el mensaje del Evangelio, cuánto más difícil resulta hacer una propuesta vocacional. Pero más allá de las apariencias y de nuestras constataciones, hemos de tener una certeza clara: la iniciativa es de Dios, y Dios continúa llamando. En segundo lugar, la Iglesia tiene capacidad de suscitar, acompañar y ayudar a las personas a discernir en la respuesta. En tercer lugar, hacen falta testimonios de vida sacerdotal con identidad clara y una vida ejemplar.
La finalidad de nuestro trabajo vocacional con niños y jóvenes consiste en propiciar el clima adecuado para que tengan un encuentro con Cristo, una experiencia profunda de fe que de una nueva orientación a su existencia. Una experiencia que les lleve a buscar la perfección que el Señor les ofrece participando también en la vida de la comunidad y en el compromiso en la acción evangelizadora de la Iglesia en favor del ser humano y de la sociedad. Esa vocación a la santidad en el seguimiento de Jesucristo se especifica en diversas vocaciones laicales y de especial consagración: ministerio sacerdotal, vida consagrada, vocación misionera y vocación matrimonial. Hemos de ayudar a descubrir a cada joven el camino concreto por el cual el Señor le llama, y aquí se abre un apartado muy importante porque es en este itinerario de maduración de la fe, cuando el joven puede descubrir su vocación sacerdotal.
El Señor sigue llamando
Nuestra tarea consistirá en sembrar, acompañar el crecimiento y ayudar a discernir. Una siembra oportuna y confiada, abonada con la oración personal y con la oración de toda la Iglesia. Una siembra que comienza por el testimonio de vida de los propios sacerdotes, el testimonio que brota de una vida de plenitud y gozo en el Señor, y por una propuesta vocacional sin complejos ni reservas. Después vendrá el acompañamiento lleno de paciencia y de respeto, porque estamos pisando terreno sagrado. En este acompañamiento procuraremos que el joven vaya creciendo en su conocimiento de Dios, en su capacidad de amar y de actuar en correspondencia al amor recibido de Dios. Por último, ayudar a discernir, a descubrir la voluntad de Dios en la vida de la persona concreta de tal manera que dé una respuesta confiada a la llamada de Dios.
Hemos de confiar en que el dueño de la mies no permitirá que falten en la Iglesia segadores para sus campos. Suya es la iniciativa, y suyo es el interés principal. Por nuestra parte hemos de colaborar con generosidad y acierto. Hemos de fomentar la conciencia de esta realidad en los niños, adolescentes y jóvenes, en los padres y en los educadores, en los pastores y en los sacerdotes, en los consagrados y en todo el pueblo de Dios. Se trata de escuchar con nitidez y acoger con confianza la palabra del Señor, que nos dice una y otra vez: “No tengáis miedo”. Aquí y ahora, dos mil años después, el Señor sigue llamando, y sigue cruzándose en el camino de muchos jóvenes para llenar de plenitud sus vidas a través de un seguimiento en totalidad de tiempo, de fuerzas, y sobre todo de amor. Ojalá que su respuesta sea tan valiente y decidida como la de san Pablo.
Materiales para la campaña de este año
La Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades ha preparado unos materiales para la campaña de este año. La celebración de esta Jornada nos ayudará a crecer en la conciencia de que formamos parte de una comunidad de “llamados”, que a su vez promueve, acompaña y sostiene a los que el Señor elige para su servicio como sacerdotes. El objetivo de la campaña del Día del Seminario lo podemos definir con tres palabras: Promover, acompañar y sostener. Promover significa despertar, fomentar la escucha de la llamada de Dios al sacerdocio en todos aquellos que Él ha escogido. También hemos de acompañar a estos elegidos en su proceso de formación. Esta campaña se orienta también al sostenimiento de los candidatos, primero con oración intensa e incesante, para que perseveren en su respuesta; y también a través de nuestra contribución económica, imprescindible para que puedan recibir una formación adecuada.
En cuanto a los materiales, en primer lugar, la reflexión teológico-pastoral, que parte de una expresión paulina: “Por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí” (1Co 15, 10). Esta frase es pronunciada por Pablo en el contexto de la presentación del kerigma de la fe cristiana. La expresión indica que el ministerio apostólico es la clave de su existencia. La reflexión tiene tres partes: en la primera, se presenta a Pablo en su realidad de hijo de Dios, miembro de la Iglesia y apóstol; en la segunda se desarrolla la idea de apóstol por gracia de Dios; en la tercera se presentan los rasgos del apostolado.
Implicarnos todos en suscitar vocaciones
También se ha preparado un guión para la celebración de la Eucaristía y una propuesta de Lectio Divina. Asimismo se ofrecen catequesis para niños y adolescentes, que subrayan la vocación como don de Dios. La catequesis para los jóvenes tiene como objetivos la conciencia de pertenencia a la Iglesia, la necesidad de descubrir la vocación y el ejemplo de san Pablo en esa búsqueda. Como siempre, se completan las catequesis con las estampas, puntos de libro, y el póster, que nos ayuda visualmente a entender el lema. Y como novedad de este año, el “Rosario Vocacional”, oración entrañable y profunda, antigua y siempre nueva, tan adecuada para rezar en familia.
Es de suma importancia que nos impliquemos todos intensamente: pastores, sacerdotes, padres, catequistas, educadores, consagrados, todos unidos en oración confiada, con dedicación generosa, con imaginación y creatividad para el trabajo de promoción vocacional de tal manera que aquellos jóvenes a los que el Señor sigue llamando a este ministerio descubran y valoren el don inmenso que supone tal elección en orden a la santificación personal, a la edificación de la Iglesia y a la transformación del mundo. Que María, Madre y Maestra, nos guíe en el camino. Que el Señor nos bendiga con abundantes vocaciones.
+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa y Presidente de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades
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