Vigilar es vivir atentos
Mons. Alfonso Milián Estoy convencido que el Año de la fe ha proporcionado un gran bien a cada uno
de nosotros y a toda la Iglesia. Hemos renovado y fortalecido la fe, hemos enriquecido nuestra formación repasando los documentos del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia, hemos participado en celebraciones de mucha profundidad en las que hemos vivido la alegría que nos proporciona el creer: basta recordar la reciente peregrinación de nuestras diócesis de Aragón al Pilar. Fue evidente que el gozo del
encuentro afloraba en nuestros rostros, y la hondura del sentimiento, en los tres momentos de una fe profesada, celebrada y testimoniada.
El Año de la fe nos introduce en el Adviento, tiempo de preparación para encontrarnos con Jesús, que nace niño como nosotros. El Adviento produce una sacudida en nuestro espíritu para que no caigamos en la rutina: «Estad en vela, estad preparados», nos dice Jesús. «Daos cuenta del momento en que vivís», nos exhorta el
apóstol san Pablo. Tanto el profeta como el salmista invitan a caminar a la luz del Señor buscando la paz y la fraternidad.
El Adviento nos conduce, durante sus cuatro semanas, a la conversión, que ha de ser una actitud permanente en la vida del cristiano. La liturgia, con sus textos escogidos en la Sagrada Escritura, en los Santos Padres, en la Tradición y en el Magisterio de la Iglesia, nos incita a prepararnos para el encuentro con el Señor que viene.
Existe un símbolo, la corona del Adviento, que hace visible el transcurso de las cuatro semanas que anteceden al nacimiento de Jesús. Cada domingo se enciende una de las cuatro velas al comienzo de la Eucaristía. Es un signo que habla por sí mismo y nos predispone a tomar conciencia de que el tiempo que vivimos es para ponernos a punto, es tiempo de conversión.
El evangelio de este primer domingo del Adviento nos recuerda que hemos de «estar en vela», vigilantes, despiertos. Los primeros cristianos daban mucha importancia a la vigilancia, pues querían prevenirse contra el riesgo de olvidar que Jesús había de volver, y no querían que los encontrara dormidos.
Ha pasado mucho tiempo. ¿Cómo vivimos hoy los cristianos: despiertos o nos hemos ido durmiendo poco a poco? ¿Vivimos atraídos por Jesús o distraídos por tantas cosas como abarrotan nuestras casas? ¿Le seguimos con pasión o vivimos como todos?
El papa Francisco nos llama a despertarnos y estar en vela.
Vigilar es vivir atentos a lo que Jesús nos dice y a la realidad que nos rodea, escuchar los gemidos de los que sufren, sentir el amor del Dios de la vida, esperar su venida a nuestra vida, a nuestra sociedad, a la tierra entera. Sin esta sensibilidad no es posible caminar tras los pasos de Jesús.
Despertemos para no tener que decir un día: «Señor, ¿cuando te vimos hambriento o sediento o extranjero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?»
Con mi afecto y bendición.
+ Alfonso Milián Sorribas
Obispo de Barbastro-Monzón
de nosotros y a toda la Iglesia. Hemos renovado y fortalecido la fe, hemos enriquecido nuestra formación repasando los documentos del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia, hemos participado en celebraciones de mucha profundidad en las que hemos vivido la alegría que nos proporciona el creer: basta recordar la reciente peregrinación de nuestras diócesis de Aragón al Pilar. Fue evidente que el gozo del
encuentro afloraba en nuestros rostros, y la hondura del sentimiento, en los tres momentos de una fe profesada, celebrada y testimoniada.
El Año de la fe nos introduce en el Adviento, tiempo de preparación para encontrarnos con Jesús, que nace niño como nosotros. El Adviento produce una sacudida en nuestro espíritu para que no caigamos en la rutina: «Estad en vela, estad preparados», nos dice Jesús. «Daos cuenta del momento en que vivís», nos exhorta el
apóstol san Pablo. Tanto el profeta como el salmista invitan a caminar a la luz del Señor buscando la paz y la fraternidad.
El Adviento nos conduce, durante sus cuatro semanas, a la conversión, que ha de ser una actitud permanente en la vida del cristiano. La liturgia, con sus textos escogidos en la Sagrada Escritura, en los Santos Padres, en la Tradición y en el Magisterio de la Iglesia, nos incita a prepararnos para el encuentro con el Señor que viene.
Existe un símbolo, la corona del Adviento, que hace visible el transcurso de las cuatro semanas que anteceden al nacimiento de Jesús. Cada domingo se enciende una de las cuatro velas al comienzo de la Eucaristía. Es un signo que habla por sí mismo y nos predispone a tomar conciencia de que el tiempo que vivimos es para ponernos a punto, es tiempo de conversión.
El evangelio de este primer domingo del Adviento nos recuerda que hemos de «estar en vela», vigilantes, despiertos. Los primeros cristianos daban mucha importancia a la vigilancia, pues querían prevenirse contra el riesgo de olvidar que Jesús había de volver, y no querían que los encontrara dormidos.
Ha pasado mucho tiempo. ¿Cómo vivimos hoy los cristianos: despiertos o nos hemos ido durmiendo poco a poco? ¿Vivimos atraídos por Jesús o distraídos por tantas cosas como abarrotan nuestras casas? ¿Le seguimos con pasión o vivimos como todos?
El papa Francisco nos llama a despertarnos y estar en vela.
Vigilar es vivir atentos a lo que Jesús nos dice y a la realidad que nos rodea, escuchar los gemidos de los que sufren, sentir el amor del Dios de la vida, esperar su venida a nuestra vida, a nuestra sociedad, a la tierra entera. Sin esta sensibilidad no es posible caminar tras los pasos de Jesús.
Despertemos para no tener que decir un día: «Señor, ¿cuando te vimos hambriento o sediento o extranjero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?»
Con mi afecto y bendición.
+ Alfonso Milián Sorribas
Obispo de Barbastro-Monzón
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