De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-11
CRISTO, UNA VEZ RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS, YA NO MUERE
Hermanos: Cuantos en el bautismo fuimos sumergidos en Cristo Jesús fuimos sumergidos en su muerte. Por nuestro bautismo fuimos, pues, sepultados con él, para participar de su muerte; para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Pues, si hemos sido injertados vitalmente en Cristo por la imagen de su muerte, también lo estaremos por la imagen de su resurrección.
Ya sabemos que nuestra antigua condición humana fue crucificada con Cristo, a fin de que la solidaridad general con el pecado fuese destruida y dejásemos de ser esclavos del pecado, pues el que muere queda libre de pecado.
Si verdaderamente hemos muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir al pecado de una vez para siempre, mas su vida es un vivir para Dios. Así también considerad vosotros que estáis muertos al pecado, pero que vivís para Dios en unión con Cristo Jesús.
Aleluya, aleluya, aleluya.
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