Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre:
«Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Que consuelo sentir esta realidad porque me siento que siempre está ahi mi Señor aunque me caiga... y para levantarme. Gracias y bendito es el Señor! un abrazo
ResponderEliminarSiempre he intentado meditar sobre lo que la Virgen debió sentir ante las palabras de Simeón.
ResponderEliminar¿Se turbaría? ¿Lo entendió? no he logrado aún penetrar en ello.
Un abrazo