Por SIC el 5 de mayo de 2011
El Papa Benedicto XVI ha comenzado este miércoles un ciclo de catequesis sobre el tema de la oración para los cristianos.
Dirigiéndose a los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro, el Papa explicó que comenzando por este miércoles y “siguiendo la Sagrada Escritura, la gran tradición de los Padres de la Iglesia, de los maestros de espiritualidad, de la liturgia, queremos aprender a vivir aún más intensamente nuestra relación con el Señor, como si fuera una especie de Escuela de Oración”.
“Sabemos -dijo- que no hay que dar por descontada la oración: debemos aprender a orar, adquirir de nuevo esta arte; incluso los que están muy avanzados en la vida espiritual siempre sienten la necesidad de estar en la escuela de Jesús para aprender a rezar con autenticidad”.
Benedicto XVI propuso en esta primera catequesis algunos ejemplos de oración presentes en las culturas antiguas, “para poner de relieve cómo, casi siempre y en todas partes se han dirigido a Dios. En el antiguo Egipto, por ejemplo, un ciego, pidiendo a la divinidad que le devuelva la vista, testimonia algo universalmente humano, como la oración de petición simple y pura de quien sufre”.
“En las obras maestras de la literatura de todos los tiempos que son las tragedias griegas, aún hoy, después de veinticinco siglos leídas, meditadas y representadas, hay oraciones que expresan el deseo de conocer a Dios y de adorar su majestad”.
El Papa subrayó que “en cada oración se expresa siempre la verdad de la criatura humana, que por una parte experimenta cierta debilidad e indigencia, y por tanto pide ayuda al cielo, y por otra está dotada de una dignidad extraordinaria, porque al prepararse para acoger la Revelación divina, descubre que es capaz de entrar en comunión con Dios”.
“El hombre de todos los tiempos reza porque no puede dejar de preguntarse cuál es el sentido de su existencia, que sigue siendo oscuro y desconsolador, si no se poner en relación con el misterio de Dios y de su designio para el mundo. La vida humana es una mezcla de bien y de mal, de sufrimiento inmerecido y de alegría y belleza, que de forma espontánea e irresistible nos impulsa a pedir a Dios la luz y la fuerza interiores que nos socorran en la tierra y abran una esperanza que vaya más allá de los límites de la muerte”.
Benedicto XVI terminó pidiendo al Señor que “al comienzo de nuestro camino en la Escuela de Oración, ilumine nuestra mente y nuestro corazón para que la relación con Él en la oración sea siempre más intensa, afectuosa y constante. Una vez más, digámosle: “¡Señor, enséñanos a orar!”.
Dirigiéndose a los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro, el Papa explicó que comenzando por este miércoles y “siguiendo la Sagrada Escritura, la gran tradición de los Padres de la Iglesia, de los maestros de espiritualidad, de la liturgia, queremos aprender a vivir aún más intensamente nuestra relación con el Señor, como si fuera una especie de Escuela de Oración”.
“Sabemos -dijo- que no hay que dar por descontada la oración: debemos aprender a orar, adquirir de nuevo esta arte; incluso los que están muy avanzados en la vida espiritual siempre sienten la necesidad de estar en la escuela de Jesús para aprender a rezar con autenticidad”.
Benedicto XVI propuso en esta primera catequesis algunos ejemplos de oración presentes en las culturas antiguas, “para poner de relieve cómo, casi siempre y en todas partes se han dirigido a Dios. En el antiguo Egipto, por ejemplo, un ciego, pidiendo a la divinidad que le devuelva la vista, testimonia algo universalmente humano, como la oración de petición simple y pura de quien sufre”.
“En las obras maestras de la literatura de todos los tiempos que son las tragedias griegas, aún hoy, después de veinticinco siglos leídas, meditadas y representadas, hay oraciones que expresan el deseo de conocer a Dios y de adorar su majestad”.
El Papa subrayó que “en cada oración se expresa siempre la verdad de la criatura humana, que por una parte experimenta cierta debilidad e indigencia, y por tanto pide ayuda al cielo, y por otra está dotada de una dignidad extraordinaria, porque al prepararse para acoger la Revelación divina, descubre que es capaz de entrar en comunión con Dios”.
“El hombre de todos los tiempos reza porque no puede dejar de preguntarse cuál es el sentido de su existencia, que sigue siendo oscuro y desconsolador, si no se poner en relación con el misterio de Dios y de su designio para el mundo. La vida humana es una mezcla de bien y de mal, de sufrimiento inmerecido y de alegría y belleza, que de forma espontánea e irresistible nos impulsa a pedir a Dios la luz y la fuerza interiores que nos socorran en la tierra y abran una esperanza que vaya más allá de los límites de la muerte”.
Benedicto XVI terminó pidiendo al Señor que “al comienzo de nuestro camino en la Escuela de Oración, ilumine nuestra mente y nuestro corazón para que la relación con Él en la oración sea siempre más intensa, afectuosa y constante. Una vez más, digámosle: “¡Señor, enséñanos a orar!”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario