Podcast Antonio Pacios MSC

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domingo, 20 de octubre de 2013

Herramientas frente a la crisis

Herramientas frente a la crisis

Mons. Alfonso MilianMons. Alfonso Milián      Celebramos hoy el DOMUND, Domingo Mundial de la propagación de la fe, mientras resuena aún el eco de la beatificación de nuestros mártires el pasado domingo.
Estas circunstancias nos invitan a tomar muy en serio la dimensión evangelizadora de la fe que profesamos. A todos nos afecta el encargo de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».
Más de catorce mil misioneros españoles están esparcidos por el mundo entero, siendo portadores de valores esenciales para el desarrollo humano y cristiano. Frente a la crisis económica y de los valores fundamentales que dan sentido a la vida, es urgente ofrecer el Evangelio de Cristo, que es anuncio de esperanza, reconciliación, comunión entre los seres humanos, y cercanía de Dios con su misericordia. Y hay que hacerlo con valentía y audacia, a pesar de los riesgos y dificultades que este anuncio comporta en tantos lugares.
El Evangelio de Jesús nos proporciona las mejores herramientas para salir de la crisis: frente al afán de poder, el servicio; frente al afán de tener, el compartir; frente al afán de grandeza, la humildad y la sencillez; frente a la tentación de buscar los primeros puestos, hacernos servidores los unos de los otros; frente al egoísmo y el odio, el amor y el perdón; frente a la desesperación, la esperanza; frente a una vida sin sentido, la fe…
Este modo de vivir tiene un nombre: Jesucristo, que encarna el amor misericordioso de Dios nuestro Padre.
Con estas herramientas es posible hacer que desaparezcan los enfrentamientos, las hostilidades, las guerras, los atentados contra los que no piensan como uno quiere…; y aparece una nueva perspectiva: la fraternidad, considerar al otro como un don para mí, como un hermano. En esta tarea, que es propia de toda la Iglesia, están implicados de forma especial los misioneros, auténticos portadores de paz, de amor, de perdón, de desarrollo de un mundo nuevo: el Reino de Dios que Jesús predicó.
Con estos valores, vividos con ilusión y con total entrega, ofrecemos al mundo, en estos momentos de crisis, un camino practicable para salir de ella. Tenemos una misión que proporciona ilusión y ha de vivirse con entrega y satisfacción. Así colaboramos eficazmente a superar la raíz de esta crisis y de todas las que puedan presentarse. ¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la Buena Noticia!
Hagamos una oración especial por todos los misioneros y cristianos que se encuentran con serias dificultades para profesar abiertamente la fe y sobre todo por los que sufren violentos atentados que causan destrucción y muerte. Elevemos nuestra oración para que se respete el derecho a practicar libremente la religión y para que se acabe la intolerancia religiosa que algunos grupos profesan.
Seamos generosos con nuestros donativos para ayudar tantas necesidades a las que tratan de atender los misioneros.
Con mi afecto y bendición.
+ Alfonso Milián Sorribas
Obispo de Barbastro-Monzón

martes, 1 de octubre de 2013

EN El CORAZÓN DE LA IGLESIA, YO SERÉ El AMOR

De la Narración de la vida de santa Teresa del Niño Jesús, virgen, escrita por ella misma
(« Manuscrits autobiographiques», Lisieux 1957, 227-229) 

EN El CORAZÓN DE LA IGLESIA, YO SERÉ El AMOR 

Teniendo un deseo inmenso del martirio, acudí a las cartas de san Pablo, para tratar de hallar una respuesta. Mis ojos dieron casualmente con los capítulos doce y trece de la primera carta a los Corintios, y en el primero de ellos leí que no todos pueden ser al mismo tiempo apóstoles, profetas y doctores, que la Iglesia consta de diversos miembros y que el ojo no puede ser al mismo tiempo mano. Una respuesta bien clara, ciertamente, pero no suficiente para satisfacer mis deseos y darme la paz.

Continué leyendo sin desanimarme, y encontré esta consoladora exhortación: Aspirad a los dones más excelentes; yo quiero mostraros un camino todavía mucho mejor. El Apóstol, en efecto, hace notar cómo los mayores dones sin la caridad no son nada y cómo esta misma caridad es el mejor camino para llegar a Dios de un modo seguro. Por fin había hallado la tranquilidad.

Al contemplar el cuerpo místico de la Iglesia, no me había reconocido á mi misma en ninguno de los miembros que san Pablo enumera, sino que lo que yo deseaba era más bien verme en todos ellos. En la caridad descubrí el quicio de mi vocación. Entendí que la Iglesia tiene un cuerpo resultante de la unión de varios miembros, pero que en este cuerpo no falta el más necesario y noble de ellos: entendí que la Iglesia tiene un corazón y que este corazón está ardiendo en amor. Entendí que sólo el amor es el que impulsa a obrar a los miembros de la Iglesia y que, si faltase este amor, ni los apóstoles anunciarían ya el Evangelio, ni los mártires derramarían su sangre. Reconocí claramente y me convencí de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que abarca todos los tiempos y lugares, en una palabra, que el amor es eterno.

Entonces, llena de una alegría desbordante, exclamé:

«Oh Jesús, amor mío, por fin he encontrado mi vocación: mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia, y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío. En el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor; de este modo lo seré todo y mi deseo se verá colmado.»

RESPONSORIO    Cf. Sal 20,4; cf. Jb 31, 18; cf. Ef 3, 18; Sal 30, 20 

R. Te adelantaste, Señor, a bendecirme con tu amor, el cual fue creciendo conmigo desde mi infancia; * y aun ahora no alcanzo a comprender la profundidad de tu amor. 
V. ¡Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles! 
R. y aun ahora no alcanzo a comprender la profundidad de tu amor.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios y Padre nuestro, que abres las puertas de tu reino a los pequeños y a los humildes, haz que sigamos confiadamente el camino de sencillez que siguió santa Teresa del Niño Jesús, para que, por su intercesión, también nosotros lleguemos a descubrir aquella gloria que permanece escondida a los sabios y a los prudentes según el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

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