San Juan de Ávila, presbítero
fecha: 10 de mayo
n.: 1499 - †: 1569 - país: España
canonización: B: León XIII 4 abr 1894 - C: Pablo VI 1 jun 1970
n.: 1499 - †: 1569 - país: España
canonización: B: León XIII 4 abr 1894 - C: Pablo VI 1 jun 1970
Memoria de san Juan de Ávila, presbítero, que falleció
en Montilla, lugar de Andalucía, en España; había recorrido toda la región de
la Bética predicando a Cristo, y después, habiendo sido acusado injustamente de
herejía, fue recluido en la cárcel, donde escribió la parte más importante de
su doctrina espiritual.
patronazgo: patrono del clero español.
refieren
a este santo: San Juan de Dios
oración:
Oh Dios, que hiciste de san Juan de Ávila un maestro
ejemplar para tu pueblo por la santidad de su vida y por su celo apostólico,
haz que también en nuestros días crezca la Iglesia en santidad por el celo
ejemplar de tus ministros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos. Amén (oración litúrgica).
Uno de los más influyentes y elocuentes jefes
religiosos de la España del siglo XVI, fue san Juan de Ávila. Fue amigo de san
Ignacio de Loyola y consejero espiritual de santa Teresa, san Juan de Dios, san
Francisco de Borja, san Pedro de Alcántara y fray Luis de Granada. Este último
escribió su biografía. Juan nació en Almodóvar del Campo, en la actual
Castilla-La Mancha. Sus padres, que eran muy ricos, y le enviaron, a los
catorce años, a estudiar leyes en la Universidad de Salamanca.
Pero Juan, que no tenía gusto por esa carrera, volvió pronto a su casa, donde se entregó, durante tres años, a la práctica de la devoción y la austeridad.
Un franciscano a quien había impresionado profundamente la piedad del joven, le aconsejó que fuese a Alcalá a estudiar filosofía y teología.
En aquella universidad, el santo tuvo por maestro al célebre Domingo de Soto y conoció a Pedro Guerrero, quien fue más tarde arzobispo de Granada y con quien le unió una amistad que duró toda la vida.
Los padres de Juan murieron cuando él se hallaba en Alcalá y le dejaron una rica herencia, pero el santo distribuyó todos sus bienes entre los pobres, inmediatamente después de su ordenación sacerdotal. Pronto dio muestras de poseer una elocuencia extraordinaria, de suerte que, cuando pidió permiso de partir de misionero a México, el arzobispo de Sevilla le rogó que permaneciese en España para evangelizar a sus compatriotas.
Juan trabajó incansablemente en las misiones de Andalucía, durante nueve años. Ricos y pobres, jóvenes y viejos, letrados e iletrados, santos y pecadores, todos acudían a oírle.
El santo convirtió a mejor vida a innumerables pecadores y, con su dirección, ayudó a alcanzar la perfección a muchos otros. Predicaba como si estuviese directamente inspirado por Dios, ya que la única preparación de sus sermones consistía en las cuatro horas que consagraba diariamente a la meditación.
A un sacerdote que le preguntaba lo que debía hacer para llegar a ser un buen predicador, Juan de Ávila respondió que el único medio era amar a Dios con toda el alma.
Pero Juan, que no tenía gusto por esa carrera, volvió pronto a su casa, donde se entregó, durante tres años, a la práctica de la devoción y la austeridad.
Un franciscano a quien había impresionado profundamente la piedad del joven, le aconsejó que fuese a Alcalá a estudiar filosofía y teología.
En aquella universidad, el santo tuvo por maestro al célebre Domingo de Soto y conoció a Pedro Guerrero, quien fue más tarde arzobispo de Granada y con quien le unió una amistad que duró toda la vida.
Los padres de Juan murieron cuando él se hallaba en Alcalá y le dejaron una rica herencia, pero el santo distribuyó todos sus bienes entre los pobres, inmediatamente después de su ordenación sacerdotal. Pronto dio muestras de poseer una elocuencia extraordinaria, de suerte que, cuando pidió permiso de partir de misionero a México, el arzobispo de Sevilla le rogó que permaneciese en España para evangelizar a sus compatriotas.
Juan trabajó incansablemente en las misiones de Andalucía, durante nueve años. Ricos y pobres, jóvenes y viejos, letrados e iletrados, santos y pecadores, todos acudían a oírle.
El santo convirtió a mejor vida a innumerables pecadores y, con su dirección, ayudó a alcanzar la perfección a muchos otros. Predicaba como si estuviese directamente inspirado por Dios, ya que la única preparación de sus sermones consistía en las cuatro horas que consagraba diariamente a la meditación.
A un sacerdote que le preguntaba lo que debía hacer para llegar a ser un buen predicador, Juan de Ávila respondió que el único medio era amar a Dios con toda el alma.
Mi felicitación a todos los sacerdotes en su día.Saludos
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