De las Obras de santo Tomás de Aquino, presbítero
(Opúsculo 57, En la fiesta del Cuerpo de Cristo, lect. 1-4)
¡OH BANQUETE PRECIOSO Y ADMIRABLE!
El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad,
tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los
hombres.
Además, entregó por nuestra salvación todo cuanto tomó de nosotros.
Porque, por nuestra reconciliación, ofreció, sobre el altar de la cruz,
su cuerpo como víctima a Dios, su Padre, y derramó su sangre como precio
de nuestra libertad y como baño sagrado que nos lava, para que fuésemos
liberados de una miserable esclavitud y purificados de todos nuestros
pecados.
Pero, a fin de que guardásemos por siempre jamás en nosotros la memoria
de tan gran beneficio, dejó a los fieles, bajo la apariencia de pan y de
vino, su cuerpo, para que fuese nuestro alimento, y su sangre, para que
fuese nuestra bebida.
¡Oh banquete precioso y admirable, banquete saludable y lleno de toda
suavidad! ¿Qué puede haber, en efecto, de más precioso que este banquete
en el cual no se nos ofrece, para comer, la carne de becerros o de
machos cabríos, como se hacía antiguamente, bajo la ley, sino al mismo
Cristo, verdadero Dios?
No hay ningún sacramento más saludable que éste, pues por él se borran
los pecados, se aumentan las virtudes y se nutre el alma con la
abundancia de todos los dones espirituales.
Se ofrece, en la Iglesia, por los vivos y por los difuntos, para que a
todos aproveche, ya que ha sido establecido para la salvación de todos.
Finalmente, nadie es capaz de expresar la suavidad de este sacramento,
en el cual gustamos la suavidad espiritual en su misma fuente y
celebramos la memoria del inmenso y sublime amor que Cristo mostró en su
pasión.
Por eso, para que la inmensidad de este amor se imprimiese más
profundamente en el corazón de los fieles, en la última cena, cuando
después de celebrar la Pascua con sus discípulos iba a pasar de este
mundo al Padre, Cristo instituyó este sacramento como el memorial
perenne de su pasión, como el cumplimiento de las antiguas figuras y la
más maravillosa de sus obras; y lo dejó a los suyos como singular
consuelo en las tristezas de su ausencia.
RESPONSORIO
R. Reconoced en el
pan al mismo que pendió en la cruz; reconoced en el cáliz la sangre que
brotó de su costado. Tomad, pues, y comed el cuerpo de Cristo; tomad y
bebed su sangre. * Sois ya miembros de Cristo.
V. Comed el vínculo
que os mantiene unidos, no sea que os disgreguéis; bebed el precio de
vuestra redención, no sea que os depreciéis.
R. Sois ya miembros de Cristo.
Nos dejó el más maravilloso regalo......pero que poco lo apreciamos.Saludos
ResponderEliminarSin El mi vida no tiene sentido. El sacia mi sed.
ResponderEliminar¡Muchas gracias! Dios le bendiga.