De las Cartas de san Atanasio, obispo (Carta a Epicteto, 5-9: PG 26, 1058. 1062-1066)
EL VERBO TOMÓ DE MARÍA UN CUERPO SEMEJANTE AL NUESTRO
El Verbo de Dios tomó la descendencia de Abraham, como dice el Apóstol; por eso debía ser semejante en todo a sus hermanos, asumiendo un cuerpo semejante al nuestro. Por eso María está verdaderamente presente en este misterio, porque de ella el Verbo asumió como propio aquel cuerpo que ofreció por nosotros. La Escritura recuerda este nacimiento, diciendo: Lo envolvió en pañales; alaba los pechos que amamantaron al Señor y habla también del sacrificio ofrecido por el nacimiento de este primogénito. Gabriel había ya predicho esta concepción con palabras muy precisas; no dijo en efecto: «Lo que nacerá en ti», como si se tratara de algo extrínseco, sino de ti, para indicar que el fruto de esta concepción procedía de María. El Verbo, al recibir nuestra condición humana y al ofrecerla en sacrificio, la asumió en su totalidad, y luego nos revistió a nosotros de lo que era propio de su persona, como lo indica el Apóstol: Esto corruptible tiene que vestirse de incorrupción, y esto mortal tiene que vestirse de inmortalidad. Estas cosas no se realizaron de manera ficticia, como algunos pensaron -lo que es inadmisible-, sino que hay que decir que el Salvador se hizo verdaderamente hombre y así consiguió la salvación del hombre íntegro; pues esta nuestra salvación en modo alguno fue algo ficticio ni se limitó a solo el cuerpo, sino que en el Verbo de Dios se realizó la salvación del hombre íntegro, es decir, del cuerpo y del alma. Por lo tanto, el cuerpo que el Señor asumió de María era un verdadero cuerpo humano, conforme lo atestiguan las Escrituras; verdadero, digo, porque fue un cuerpo igual al nuestro. Pues María es nuestra hermana, ya que como todos nosotros es hija de Adán. Lo que dice Juan: La Palabra se hizo carne, tiene un sentido parecido a lo que se encuentra en una expresión similar de Pablo, que dice: Cristo se hizo maldición por nosotros. Pues de la unión íntima y estrecha del Verbo con el cuerpo humano se siguió un inmenso bien para el cuerpo de los hombres, porque de mortal que era llegó a ser inmortal, de animal se convirtió en espiritual y, a pesar de que había sido plasmado de tierra, llegó a traspasar las puertas del cielo. Pero hay que afirmar que la Trinidad, aun después de que el Verbo tomó cuerpo de María, continuó siendo siempre la Trinidad, sin admitir aumento ni disminución; ella continúa siendo siempre perfecta y debe confesarse como un solo Dios en Trinidad, como lo confiesa la Iglesia al proclamar al Dios único, Padre del Verbo. RESPONSORIO R. No hay alabanza digna de ti, virginidad inmaculada y santa. * Porque en tu seno has llevado al que ni el cielo puede contener. V. Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. R. Porque en tu seno has llevado al que ni el cielo puede contener. |
sábado, 31 de diciembre de 2011
EL VERBO TOMÓ DE MARÍA UN CUERPO SEMEJANTE AL NUESTRO
jueves, 29 de diciembre de 2011
Benedicto XVI: “La casa de Nazaret es una escuela de oración”
Por Agencia SIC
La oración en la Sagrada Familia de Nazaret fue el tema de la catequesis de la audiencia general de los miércoles, celebrada en el Aula Pablo VI y en la que participaron 7.000 personas.
“La casa de Nazaret -dijo el Papa- es una escuela de oración en que se aprende a escuchar, a meditar, a penetrar en el significado profundo de la manifestación del Hijo de Dios, a través del ejemplo de María, José y Jesús”.
“La contemplación de Cristo alcanza su modelo insuperable en María” que “vive con los ojos puestos en Cristo y atesora cada palabra suya (…) El evangelista Lucas nos hace conocer el corazón de María, su fe, su esperanza y obediencia, su interioridad y su oración, así como su libre adhesión a Cristo. Y todo ello procede del Espíritu Santo que descenderá sobre ella como sobre los apóstoles según la promesa de Cristo. Esta imagen de María la presenta como el modelo de los creyentes que conserva y confronta las palabras y las acciones de Jesús, una confrontación que es siempre un progresar en el conocimiento de Cristo “.
La capacidad de María para vivir de la mirada de Dios es “contagiosa”. Y el primero que lo experimenta es José. “Efectivamente con María -explicó el Santo Padre- y sobre todo después, con Jesús, comienza una forma nueva de relacionarse con Dios, de acogerlo en su vida, de entrar en su proyecto de salvación, cumpliendo su voluntad”.
Benedicto XVI recordó que aunque el Evangelio no haya conservado ninguna palabra de José, su presencia es “silenciosa pero fiel, constante, activa” y que José “cumplió plenamente su papel paterno en todos los aspectos”. Entre ellos el Papa habló de cómo José habría educado a Jesús a la oración llevándolo consigo a la sinagoga los sábados y dirigiendo la oración doméstica por las mañanas y al atardecer. “Así, en el ritmo de las jornadas transcurridas en Nazaret, entre la casa y el taller de José, Jesús aprendió a alternar oración y trabajo y a ofrecer también a Dios la fatiga para ganar el pan que necesitaba la familia”.
Después, Benedicto XVI citando la peregrinación de María, José y Jesús al templo de Jerusalén, narrada en el evangelio de San Lucas afirmó que “la familia judía, como la cristiana, reza en la intimidad doméstica, pero también reza junto con la comunidad, reconociéndose parte del Pueblo de Dios en camino”.
Las primeras palabras de Jesús: “¿Por que me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?” pronunciadas cuando María y José lo encuentran enseñando a los doctores en el Templo, son la llave de acceso a la oración cristiana, “A partir de aquel momento en la vida de la Sagrada Familia se intensificó aun más la oración porque, a través de Jesús (…) no cesará de difundirse y reflejarse en María y José el sentido profundo de la relación con Dios Padre. La familia de Nazaret es el primer modelo de la Iglesia en que, en torno a la presencia de Jesús y gracias a su mediación, todos viven en relación filial con Dios que transforma también las relaciones interpersonales”.
“La Sagrada Familia -concluyó- es un icono de la Iglesia doméstica, llamada a rezar unida. La familia es la primera escuela de oración. En ella los niños, desde pequeños, aprenden a percibir el sentido de Dios, gracias a las enseñanzas y al ejemplo de los padres (…) Una educación auténticamente cristiana no puede prescindir de la experiencia de la oración. Si no se aprende a rezar en la familia, será difícil después colmar este vacío. Por eso invito a todos a redescubrir la belleza de rezar juntos como familia siguiendo la escuela de la Sagrada Familia de Nazaret”.
martes, 27 de diciembre de 2011
SANTOS INOCENTES
Una voz se escucha en Ramá, gemidos y llanto amar-
go:
Raquel está llorando a sus hijos, y no se consue-
la, porque ya no existen.
Los niños Inocentes murieron por Cristo, fue-
ron arrancados del pecho de su
madre para ser ase-
sinados: ahora siguen al Cordero sin mancha,
can-
tando: "Gloria a ti Señor."
Señor Dios, cuya gloria pregonaron en este día
los
Inocentes mártires, no con palabras, sino dando su
vida por ti, haz que nuestra conducta testifique con
hechos la fe que proclamamos con los labios. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Inocentes mártires, no con palabras, sino dando su
vida por ti, haz que nuestra conducta testifique con
hechos la fe que proclamamos con los labios. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
sábado, 24 de diciembre de 2011
¡¡¡ FELIZ Y SANTA NAVIDAD !!!
El ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.
ABRÁMOSLE NUESTRO CORAZÓN
De los Sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 185: PL 38, 997-999)
LA VERDAD BROTA DE LA TIERRA Y LA JUSTICIA MIRA DESDE EL CIELO
Despierta, hombre: por ti Dios se hizo hombre. Despierta, tú que duermes, surge de entre los muertos; y Cristo con su luz te alumbrará. Te lo repito: por ti Dios se hizo hombre.
Estarías muerto para siempre, si él no hubiera nacido en el tiempo. Nunca hubieras sido librado de la carne del pecado, si él no hubiera asumido una carne semejante a la del pecado. Estarías condenado a una miseria eterna, si no hubieras recibido tan gran misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si él no se hubiera sometido voluntariamente a tu muerte. Hubieras perecido, si él no te hubiera auxiliado. Estarías perdido sin remedio, si él no hubiera venido a salvarte.
Celebremos, pues, con alegría la venida de nuestra salvación y redención. Celebremos este día de fiesta, en el cual el grande y eterno Día, engendrado por el que también es grande y eterno Día, vino al día tan breve de esta nuestra vida temporal.
Él se ha hecho para nosotros justicia, santificación y redención. y así -como dice la Escritura- «el que se gloria que se gloríe en el Señor.»
La verdad brota, realmente, de la tierra, pues Cristo, que dijo: Yo soy la verdad, nació de la Virgen. Y la justicia mira desde el cielo, pues nadie es justificado por si mismo, sino por su fe en aquel que por nosotros ha nacido. La verdad brota de la tierra, porque la Palabra se hizo carne. Y la justicia mira desde el cielo, porque toda dádiva preciosa y todo don perfecto provienen de arriba. La verdad brota de la tierra, es decir, la carne de Cristo es engendrada en María. Y la justicia mira desde el cielo, porque nadie puede apropiarse nada, si no le es dado del cielo.
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, porque la justicia y la paz se besan. Por medio de nuestro Señor Jesucristo, porque la verdad brota de la tierra. Por él hemos obtenido el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de Dios. Fíjate que no dice «nuestra gloria», sino la gloria de Dios, porque la justicia no procede de nosotros, sino que mira desde el cielo. Por ello el que se gloria que se gloríe no en sí mismo, sino en el Señor.
Por eso también, cuando el Señor nació de la Virgen, los ángeles entonaron este himno: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
¿Cómo vino la paz a la tierra? Sin duda porque la verdad brota de la tierra, es decir, Cristo nace de María. Él es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, para que todos seamos hombres de buena voluntad, unidos unos a los otros con el suave vínculo de la unidad. Alegrémonos, pues, por este don, para que nuestra gloria sea el testimonio que nos da nuestra conciencia; y así nos gloriaremos en el Señor, y no en nosotros. Por eso dice el salmista: Tú eres mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza.
¿Qué mayor gracia pudo hacernos Dios? Teniendo un Hijo único lo hizo Hijo del hombre, para que el hijo del hombre se hiciera hijo de Dios.
Busca dónde está tu mérito, busca de dónde procede, busca cuál es tu justicia: y verás que no puedes encontrar otra cosa que no sea pura gracia de Dios.
RESPONSORIO Is 11, 1. 5. 2R. Saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz brotará un vástago. * La justicia será el ceñidor de su cintura, y la lealtad el cinturón de sus caderas.
V. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza.
R. La justicia será el ceñidor de su cintura, y la lealtad el cinturón de sus caderas.
Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.
ABRÁMOSLE NUESTRO CORAZÓN
De los Sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 185: PL 38, 997-999)
LA VERDAD BROTA DE LA TIERRA Y LA JUSTICIA MIRA DESDE EL CIELO
Despierta, hombre: por ti Dios se hizo hombre. Despierta, tú que duermes, surge de entre los muertos; y Cristo con su luz te alumbrará. Te lo repito: por ti Dios se hizo hombre.
Estarías muerto para siempre, si él no hubiera nacido en el tiempo. Nunca hubieras sido librado de la carne del pecado, si él no hubiera asumido una carne semejante a la del pecado. Estarías condenado a una miseria eterna, si no hubieras recibido tan gran misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si él no se hubiera sometido voluntariamente a tu muerte. Hubieras perecido, si él no te hubiera auxiliado. Estarías perdido sin remedio, si él no hubiera venido a salvarte.
Celebremos, pues, con alegría la venida de nuestra salvación y redención. Celebremos este día de fiesta, en el cual el grande y eterno Día, engendrado por el que también es grande y eterno Día, vino al día tan breve de esta nuestra vida temporal.
Él se ha hecho para nosotros justicia, santificación y redención. y así -como dice la Escritura- «el que se gloria que se gloríe en el Señor.»
La verdad brota, realmente, de la tierra, pues Cristo, que dijo: Yo soy la verdad, nació de la Virgen. Y la justicia mira desde el cielo, pues nadie es justificado por si mismo, sino por su fe en aquel que por nosotros ha nacido. La verdad brota de la tierra, porque la Palabra se hizo carne. Y la justicia mira desde el cielo, porque toda dádiva preciosa y todo don perfecto provienen de arriba. La verdad brota de la tierra, es decir, la carne de Cristo es engendrada en María. Y la justicia mira desde el cielo, porque nadie puede apropiarse nada, si no le es dado del cielo.
Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, porque la justicia y la paz se besan. Por medio de nuestro Señor Jesucristo, porque la verdad brota de la tierra. Por él hemos obtenido el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de Dios. Fíjate que no dice «nuestra gloria», sino la gloria de Dios, porque la justicia no procede de nosotros, sino que mira desde el cielo. Por ello el que se gloria que se gloríe no en sí mismo, sino en el Señor.
Por eso también, cuando el Señor nació de la Virgen, los ángeles entonaron este himno: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.
¿Cómo vino la paz a la tierra? Sin duda porque la verdad brota de la tierra, es decir, Cristo nace de María. Él es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, para que todos seamos hombres de buena voluntad, unidos unos a los otros con el suave vínculo de la unidad. Alegrémonos, pues, por este don, para que nuestra gloria sea el testimonio que nos da nuestra conciencia; y así nos gloriaremos en el Señor, y no en nosotros. Por eso dice el salmista: Tú eres mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza.
¿Qué mayor gracia pudo hacernos Dios? Teniendo un Hijo único lo hizo Hijo del hombre, para que el hijo del hombre se hiciera hijo de Dios.
Busca dónde está tu mérito, busca de dónde procede, busca cuál es tu justicia: y verás que no puedes encontrar otra cosa que no sea pura gracia de Dios.
RESPONSORIO Is 11, 1. 5. 2R. Saldrá un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz brotará un vástago. * La justicia será el ceñidor de su cintura, y la lealtad el cinturón de sus caderas.
V. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza.
R. La justicia será el ceñidor de su cintura, y la lealtad el cinturón de sus caderas.
sábado, 17 de diciembre de 2011
VIRGEN DE LA ESPERANZA, MARÍA DE LA O
Oh, Madre de Dios, tráenos la Sabiduría
que brotó de los labios del Altísimo,
abarcando del uno al otro confín y
ordenándolo todo con firmeza y suavidad.
Oh, Señora nuestra, tráenos a Adonai,
Pastor de la casa de Israel,
que se apareció a Moisés en la zarza
ardiente y en el Sinaí le dio su ley.
Oh, Madre de la Iglesia, tráenos el renuevo
del tronco de Jesé, que se alza como un signo
para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen
y cuyo auxilio imploran las naciones.
Oh, Reina de los cielos, tráenos la llave de David
y Cetro de la casa de Israel,
que abre y nadie puede cerrar,
cierra y nadie puede abrir.
Oh, Virgen Inmaculada, tráenos el
Sol que nace de lo alto,
Resplandor de la luz eterna,
Sol de justicia.
Oh, Esclava del Señor, tráenos al
Rey de las naciones y Deseado de los
pueblos, Piedra angular de la Iglesia,
que hace de dos pueblos uno solo.
Oh, Esposa del Espíritu Santo,
tráenos al Emmanuel, rey y legislador
nuestro, esperanza de las naciones
Amén
viernes, 16 de diciembre de 2011
TU MISMO DESEO ES TU ORACIÓN
De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
(Salmo 37, 13-14: CCL 38, 391-392)
TU MISMO DESEO ES TU ORACIÓN
Tu mismo deseo es tu oración; si el deseo es continuo, la oración es continua. No en vano dijo el Apóstol: Orad sin cesar. Pero ¿acaso nos arrodillamos, nos postramos y levantamos las manos sin interrupción, y por eso dice: Orad sin cesar? Si decimos que sólo podemos orar así, creo que es imposible orar sin cesar.
Existe otra oración interior y continua, que es el deseo. Aunque hagas cualquier otra cosa, si deseas el reposo en Dios, no interrumpes la oración. Si no quieres dejar de orar, no interrumpas el deseo.
Tu deseo continuo es tu voz, es decir, tu oración continua. Callas si dejas de amar. ¿Quiénes callaron? Aquellos de quienes se dijo: Por exceso de la maldad se apagará el fervor de la caridad en muchos.
El frío de la caridad es el silencio del corazón, y el fuego de la caridad es el clamor del corazón. Si la caridad permanece siempre, clamas siempre; si clamas siempre, siempre deseas; si deseas, te acuerdas del reposo eterno. Todas mis ansias están en tu presencia. ¿Qué sucedería si nuestras ansias estuvieran delante de Dios y no lo estuvieran nuestros gemidos? ¿Acaso esto es posible, siendo así que el gemido es la voz de nuestras ansias?
Por esto añade: Y no se te ocultan mis gemidos. Para ti no están ocultos, para muchos hombres lo están. A veces parecería que el humilde servidor de Dios dice: Y no se te ocultan mis gemidos. Otras veces observamos que sonríe; ¿será acaso porque aquel deseo ha muerto en su corazón? Si subsiste el deseo, también subsiste el gemido; no siempre llega a los oídos de los hombres, pero nunca se aparta de los oídos de Dios.
RESPONSORIO
R. Al caminar por las sendas de Cristo, cantemos mientras llegamos a la meta de nuestra peregrinación, para mantener vivos nuestros deseos. * Si alguno desea con ardor, aunque haga callar su lengua, su corazón cantará.
V. Pero el que no tiene deseos, aunque aturda con sus clamores los oídos de los hombres, está mudo para Dios.
R. Si alguno desea con ardor, aunque haga callar su lengua, su corazón cantará.
(Salmo 37, 13-14: CCL 38, 391-392)
TU MISMO DESEO ES TU ORACIÓN
Tu mismo deseo es tu oración; si el deseo es continuo, la oración es continua. No en vano dijo el Apóstol: Orad sin cesar. Pero ¿acaso nos arrodillamos, nos postramos y levantamos las manos sin interrupción, y por eso dice: Orad sin cesar? Si decimos que sólo podemos orar así, creo que es imposible orar sin cesar.
Existe otra oración interior y continua, que es el deseo. Aunque hagas cualquier otra cosa, si deseas el reposo en Dios, no interrumpes la oración. Si no quieres dejar de orar, no interrumpas el deseo.
Tu deseo continuo es tu voz, es decir, tu oración continua. Callas si dejas de amar. ¿Quiénes callaron? Aquellos de quienes se dijo: Por exceso de la maldad se apagará el fervor de la caridad en muchos.
El frío de la caridad es el silencio del corazón, y el fuego de la caridad es el clamor del corazón. Si la caridad permanece siempre, clamas siempre; si clamas siempre, siempre deseas; si deseas, te acuerdas del reposo eterno. Todas mis ansias están en tu presencia. ¿Qué sucedería si nuestras ansias estuvieran delante de Dios y no lo estuvieran nuestros gemidos? ¿Acaso esto es posible, siendo así que el gemido es la voz de nuestras ansias?
Por esto añade: Y no se te ocultan mis gemidos. Para ti no están ocultos, para muchos hombres lo están. A veces parecería que el humilde servidor de Dios dice: Y no se te ocultan mis gemidos. Otras veces observamos que sonríe; ¿será acaso porque aquel deseo ha muerto en su corazón? Si subsiste el deseo, también subsiste el gemido; no siempre llega a los oídos de los hombres, pero nunca se aparta de los oídos de Dios.
RESPONSORIO
R. Al caminar por las sendas de Cristo, cantemos mientras llegamos a la meta de nuestra peregrinación, para mantener vivos nuestros deseos. * Si alguno desea con ardor, aunque haga callar su lengua, su corazón cantará.
V. Pero el que no tiene deseos, aunque aturda con sus clamores los oídos de los hombres, está mudo para Dios.
R. Si alguno desea con ardor, aunque haga callar su lengua, su corazón cantará.
jueves, 15 de diciembre de 2011
lunes, 12 de diciembre de 2011
Nuestra Señora de Guadalupe
Nuestra Señora de Guadalupe
Virgencita del Tepeyac
que con el dulce nombre de Guadalupe
quisiste ser la madre amorosa de los mexicanos.
Hoy acudo a ti,
con la fe grande de los desamparados,
para poner en tu regazo,
mis penas y mi destino.
Cristo-Jesús, el hijo de tus entrañas,
Redentor y Señor nuestro
puso en tus manos
el poder de sanar a tu hijos enfermos.
Por eso proclamaste tu misericordia
curando a Bernardino
y al peregrino flechado,
en las primeras alegrías de nuestra fe en ti.
Si así lo quieres repite en
(mí o el nombre de la persona enferma)
este milagro.
Porque polvo somos sin tu protección,
ya que solo nuestro amor,
y la fe en tí,
descansa nuestra esperanza.
Madrecita mía de Guadalupe
hágase tu voluntad y tu misericordia,
aquí en la tierra como en el cielo. Amén.
sábado, 10 de diciembre de 2011
SOBRE MARÍA Y LA IGLESIA
De los Sermones del beato Isaac, abad del monasterio de Stella
(Sermón 51: PL 194, 1862-1863. 1865)
SOBRE MARÍA Y LA IGLESIA
El Hijo de Dios es el primogénito entre muchos hermanos. Por naturaleza es Hijo único, por gracia asoció consigo a muchos para que sean uno con él. Pues a cuantos lo recibieron les dio poder de llegar a ser hijos de Dios.
Haciéndose él Hijo del hombre hizo hijos de Dios a muchos. El que es Hijo único asoció consigo, por su amor y su poder, a muchos. Éstos, siendo muchos por su generación según la carne, por la regeneración divina son uno con él.
Cristo es uno, el Cristo total, cabeza y cuerpo. Uno nacido de un único Dios en el cielo y de una única madre en la tierra. Muchos hijos y un solo Hijo. Pues así como la cabeza y los miembros son un Hijo y muchos hijos, así también María y la Iglesia son una madre y muchas, una virgen y muchas.
Ambas son madres, ambas son vírgenes; ambas conciben virginal mente del Espíritu Santo. Ambas dan a luz, para Dios Padre, una descendencia sin pecado. María dio a luz a la cabeza sin pecado del cuerpo; la Iglesia da a luz por el perdón de los pecados al cuerpo de esa cabeza. Ambas son madres de Cristo, pero ninguna de las dos puede, sin la otra, dar a luz al Cristo total.
Por eso, en las Escrituras divinamente inspiradas, lo que se entiende en general de la Iglesia, virgen y madre, se entiende en particular de la virgen María; y lo que se entiende de modo especial de María, virgen y madre, se entiende de modo general de la Iglesia, virgen y madre. Y, cuando los textos hablan de una u otra, dichos textos pueden aplicarse indiferentemente a las dos.
También se puede decir que cada alma fiel es esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda. Todo lo cual la misma Sabiduría de Dios, que es la Palabra del Padre, lo dice universalmente de la Iglesia, de modo especial de la Virgen María, e individualmente de cada alma fiel.
Por eso dice: Habitaré en la heredad del Señor. La heredad del Señor en su significado universal es la Iglesia, en su significado especial es la Virgen María y en su significado individual es también cada alma fiel. Cristo permaneció nueve meses en el seno de María; permanecerá en el tabernáculo de la fe de la Iglesia hasta la consumación de los siglos; y en el conocimiento y en el amor del alma fiel por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO Lv 26, 11-12; 2Co 6, 16
R. Pondré mi morada entre vosotros y no os rechazaré. * Caminaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.V. Nosotros somos templo de Dios vivo, como dijo Dios.R. Caminaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.
(Sermón 51: PL 194, 1862-1863. 1865)
SOBRE MARÍA Y LA IGLESIA
El Hijo de Dios es el primogénito entre muchos hermanos. Por naturaleza es Hijo único, por gracia asoció consigo a muchos para que sean uno con él. Pues a cuantos lo recibieron les dio poder de llegar a ser hijos de Dios.
Haciéndose él Hijo del hombre hizo hijos de Dios a muchos. El que es Hijo único asoció consigo, por su amor y su poder, a muchos. Éstos, siendo muchos por su generación según la carne, por la regeneración divina son uno con él.
Cristo es uno, el Cristo total, cabeza y cuerpo. Uno nacido de un único Dios en el cielo y de una única madre en la tierra. Muchos hijos y un solo Hijo. Pues así como la cabeza y los miembros son un Hijo y muchos hijos, así también María y la Iglesia son una madre y muchas, una virgen y muchas.
Ambas son madres, ambas son vírgenes; ambas conciben virginal mente del Espíritu Santo. Ambas dan a luz, para Dios Padre, una descendencia sin pecado. María dio a luz a la cabeza sin pecado del cuerpo; la Iglesia da a luz por el perdón de los pecados al cuerpo de esa cabeza. Ambas son madres de Cristo, pero ninguna de las dos puede, sin la otra, dar a luz al Cristo total.
Por eso, en las Escrituras divinamente inspiradas, lo que se entiende en general de la Iglesia, virgen y madre, se entiende en particular de la virgen María; y lo que se entiende de modo especial de María, virgen y madre, se entiende de modo general de la Iglesia, virgen y madre. Y, cuando los textos hablan de una u otra, dichos textos pueden aplicarse indiferentemente a las dos.
También se puede decir que cada alma fiel es esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda. Todo lo cual la misma Sabiduría de Dios, que es la Palabra del Padre, lo dice universalmente de la Iglesia, de modo especial de la Virgen María, e individualmente de cada alma fiel.
Por eso dice: Habitaré en la heredad del Señor. La heredad del Señor en su significado universal es la Iglesia, en su significado especial es la Virgen María y en su significado individual es también cada alma fiel. Cristo permaneció nueve meses en el seno de María; permanecerá en el tabernáculo de la fe de la Iglesia hasta la consumación de los siglos; y en el conocimiento y en el amor del alma fiel por los siglos de los siglos.
RESPONSORIO Lv 26, 11-12; 2Co 6, 16
R. Pondré mi morada entre vosotros y no os rechazaré. * Caminaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.V. Nosotros somos templo de Dios vivo, como dijo Dios.R. Caminaré entre vosotros y seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo.
miércoles, 7 de diciembre de 2011
¡OH VIRGEN, POR CUYA BENDICIÓN QUEDA BENDECIDA TODA LA NATURALEZA!
De las Oraciones de san Anselmo, obispo
(Oración 52: PL 158, 955-956)
¡OH VIRGEN, POR CUYA BENDICIÓN QUEDA BENDECIDA TODA LA NATURALEZA!
El cielo, los astros, la tierra, los ríos, el día, la noche, y todo lo que se halla sometido al poder y al servicio del hombre, se congratulan, Señora, porque, habiendo perdido su antigua nobleza, ahora han sido en cierto modo resucitados por ti y dotados de una gracia nueva e inefable.
Porque todas estas cosas estaban como muertas, al haber perdido su congénita dignidad de servir al dominio y utilidad de los que alaban a Dios, que para eso habían sido creadas; estaban oprimidas y afeadas por el abuso de los que servían a los ídolos, para los cuales no habían sido creadas. Ahora se alegran como si hubieran vuelto a la vida, porque ya vuelven a estar sometidas al dominio de los que confiesan a Dios, y embellecidas por su uso natural.
Es como si hubiesen saltado de alegría por esta gracia nueva e inapreciable, al sentir que el mismo Dios, su mismo creador, no sólo reinaba sobre ellas de un modo invisible, sino que incluso lo vieron en medio de ellas, santificándolas visiblemente con su uso. Estos bienes tan grandes provinieron a través del fruto bendito del vientre sagrado de la Virgen María.
Por tu plenitud de gracia, lo que estaba en el país de los muertos se alegra al sentirse liberado, y lo que está por encima del mundo se alegra al sentirse restaurado.
En efecto, por el glorioso Hijo de tu gloriosa virginidad, todos los justos que murieron antes de la muerte vivificante de Cristo se alegran al verse libres de su cautividad, y los ángeles se congratulan por la restauración de su ciudad medio en ruinas.
¡Oh mujer llena y rebosante de gracia, con la redundancia de cuya plenitud rocías y haces reverdecer toda la creación! ¡Oh Virgen bendita y desbordante de bendiciones, por cuya bendición queda bendecida toda la naturaleza, no sólo la creatura por el Creador, sino también el Creador por la creatura!
Dios, a su Hijo, el único engendrado de su seno igual a sí, al que amaba como a sí mismo, lo dio a María; y de María se hizo un hijo, no distinto, sino el mismo, de suerte que por naturaleza fuese el mismo y único Hijo de Dios y de María. Toda la naturaleza ha sido creada por Dios, y Dios ha nacido de María. Dios lo creó todo, y María engendró a Dios. Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo de María; y de este modo rehizo todo lo que había hecho. El que pudo hacer todas las cosas de la nada, una vez profanadas, no quiso rehacerlas sin María.
Dios, por tanto, es padre de las cosas creadas y María es madre de las cosas recreadas. Dios es padre de toda la creación, María es madre de la universal restauración. Porque Dios engendró a aquel por quien todo fue hecho, y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado. Dios engendró a aquel sin el cual nada en absoluto existiría, y María dio a luz a aquel sin el cual nada sería bueno.
En verdad el Señor está contigo, ya que él ha hecho que toda la naturaleza estuviera en tan gran deuda contigo y con él.
RESPONSORIO Sal 33, 4; 85, 13; Lc 1, 48
R. Proclamad conmigo la grandeza del Señor, * por su grande piedad para conmigo.V. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones.R. Por su grande piedad para conmigo.
(Oración 52: PL 158, 955-956)
¡OH VIRGEN, POR CUYA BENDICIÓN QUEDA BENDECIDA TODA LA NATURALEZA!
El cielo, los astros, la tierra, los ríos, el día, la noche, y todo lo que se halla sometido al poder y al servicio del hombre, se congratulan, Señora, porque, habiendo perdido su antigua nobleza, ahora han sido en cierto modo resucitados por ti y dotados de una gracia nueva e inefable.
Porque todas estas cosas estaban como muertas, al haber perdido su congénita dignidad de servir al dominio y utilidad de los que alaban a Dios, que para eso habían sido creadas; estaban oprimidas y afeadas por el abuso de los que servían a los ídolos, para los cuales no habían sido creadas. Ahora se alegran como si hubieran vuelto a la vida, porque ya vuelven a estar sometidas al dominio de los que confiesan a Dios, y embellecidas por su uso natural.
Es como si hubiesen saltado de alegría por esta gracia nueva e inapreciable, al sentir que el mismo Dios, su mismo creador, no sólo reinaba sobre ellas de un modo invisible, sino que incluso lo vieron en medio de ellas, santificándolas visiblemente con su uso. Estos bienes tan grandes provinieron a través del fruto bendito del vientre sagrado de la Virgen María.
Por tu plenitud de gracia, lo que estaba en el país de los muertos se alegra al sentirse liberado, y lo que está por encima del mundo se alegra al sentirse restaurado.
En efecto, por el glorioso Hijo de tu gloriosa virginidad, todos los justos que murieron antes de la muerte vivificante de Cristo se alegran al verse libres de su cautividad, y los ángeles se congratulan por la restauración de su ciudad medio en ruinas.
¡Oh mujer llena y rebosante de gracia, con la redundancia de cuya plenitud rocías y haces reverdecer toda la creación! ¡Oh Virgen bendita y desbordante de bendiciones, por cuya bendición queda bendecida toda la naturaleza, no sólo la creatura por el Creador, sino también el Creador por la creatura!
Dios, a su Hijo, el único engendrado de su seno igual a sí, al que amaba como a sí mismo, lo dio a María; y de María se hizo un hijo, no distinto, sino el mismo, de suerte que por naturaleza fuese el mismo y único Hijo de Dios y de María. Toda la naturaleza ha sido creada por Dios, y Dios ha nacido de María. Dios lo creó todo, y María engendró a Dios. Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo de María; y de este modo rehizo todo lo que había hecho. El que pudo hacer todas las cosas de la nada, una vez profanadas, no quiso rehacerlas sin María.
Dios, por tanto, es padre de las cosas creadas y María es madre de las cosas recreadas. Dios es padre de toda la creación, María es madre de la universal restauración. Porque Dios engendró a aquel por quien todo fue hecho, y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado. Dios engendró a aquel sin el cual nada en absoluto existiría, y María dio a luz a aquel sin el cual nada sería bueno.
En verdad el Señor está contigo, ya que él ha hecho que toda la naturaleza estuviera en tan gran deuda contigo y con él.
RESPONSORIO Sal 33, 4; 85, 13; Lc 1, 48
R. Proclamad conmigo la grandeza del Señor, * por su grande piedad para conmigo.V. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones.R. Por su grande piedad para conmigo.
sábado, 3 de diciembre de 2011
DIOS VIENE A NOSOTROS, PREPAREMOS EL CAMINO
¡Dios viene, quiere estar en medio de nosotros!
Por José María Martín OSA
Juan bautiza con agua, es un bautismo de preparación y penitencia. Jesús, en cambio, bautizará “con Espíritu Santo”. El auténtico bautismo es el de Jesús, el que nos transforma interiormente y nos convierte en criaturas nuevas. Como dirá Jesús a Nicodemo “hay que nacer del agua y del Espíritu”. Pero hay otra diferencia: Juan era la voz, Jesucristo es la Palabra ¿Qué Palabra? San Agustín en el Sermón 288 nos lo explica: La Palabra tiene un gran valor, aun si no la acompaña la voz; la voz sin palabra es algo vacío. Así, pues, la palabra precede a mi voz y la palabra está en mí antes que la voz; en cambio, para que tú puedas comprender, llega antes la voz a tu oído, a fin de que la palabra se insinúe a tu mente. No hubieras podido conocer lo que había en mí antes de la voz, de no haber estado en ti después de emitida ella. Si Juan es la voz, Cristo la Palabra. Cristo existió antes que Juan, pero junto a Dios, y después de él, pero entre nosotros…"En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba en Dios, y la Palabra era Dios; ella estaba en el principio junto a Dios” (Jn 1,1-2)”.
Por José María Martín OSA
Juan bautiza con agua, es un bautismo de preparación y penitencia. Jesús, en cambio, bautizará “con Espíritu Santo”. El auténtico bautismo es el de Jesús, el que nos transforma interiormente y nos convierte en criaturas nuevas. Como dirá Jesús a Nicodemo “hay que nacer del agua y del Espíritu”. Pero hay otra diferencia: Juan era la voz, Jesucristo es la Palabra ¿Qué Palabra? San Agustín en el Sermón 288 nos lo explica: La Palabra tiene un gran valor, aun si no la acompaña la voz; la voz sin palabra es algo vacío. Así, pues, la palabra precede a mi voz y la palabra está en mí antes que la voz; en cambio, para que tú puedas comprender, llega antes la voz a tu oído, a fin de que la palabra se insinúe a tu mente. No hubieras podido conocer lo que había en mí antes de la voz, de no haber estado en ti después de emitida ella. Si Juan es la voz, Cristo la Palabra. Cristo existió antes que Juan, pero junto a Dios, y después de él, pero entre nosotros…"En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba en Dios, y la Palabra era Dios; ella estaba en el principio junto a Dios” (Jn 1,1-2)”.
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